El museo desde la historia pública

Acueducto de Linares, Monumento Histórico. Linares, Nuevo León, México.

Por Nelson Jofrak Rodríguez Cázarez

El interés del presente escrito es abordar de manera general el museo desde la historia pública (conceptos, nuevas interpretaciones, formas de enseñanzas, el uso de tecnologías y talleres), debido a que la finalidad es percibir al recinto cultural como un espacio ideal donde la historia pública y la academia crean puentes de conocimiento enfocadas a la sociedad.

En la década de 1970 una de las preguntas entre los historiadores estadunidenses egresados de doctorado era “¿Y ahora qué sigue?” Esto ante la falta de espacios en la academia. Aunque ello no significaba que algunos historiadores ostentaran cargos de gobierno, de algún negocio, archivo, museo o sociedad histórica sin fines de lucro. Dichos historiadores versátiles que se encontraban en diferentes ramas fueron los que dieron origen a la public history a finales de los setenta, cuando unieron su conocimiento. Entonces, ¿qué es la public history? Para Barbara Franco es “historia para el público, del público, por el público y con el público”.[1] Los puntos clave para la public history son la importancia de la historia oral, genealogías de familias y la memoria individual que interactúa con la memoria colectiva u otra evidencia histórica. Franco menciona que una forma de exhibir la historia académica en los museos respectivamente es una historia reciente. En México la historia pública no tuvo el impacto deseado y no llegó a las aulas universitarias.

Marianne Babal comenta que la academia y los public historians encontraron un punto intermedio, o como diría Richard White, un middle ground.[2] Ese punto intermedio en donde se busca que las audiencias hagan click con la historia. Para esto, Babal comenta que “los visitantes del museo son en realidad clientes”, y con este panorama el museo es el negocio que atraerá a los potenciales consumidores a nuestra audiencia. El museo brindará una experiencia única emocionalmente que conectará con el visitante.[3] Linda Shopes concuerda ante la construcción de puentes entre la academia y la public history, sin embargo, su crítica es concreta al comentar:

…sería lamentable que los historiadores públicos se convirtieran únicamente en historiadores aplicados, que proporcionaran datos etnográficos para las investigaciones de los historiadores “reales” sobre la memoria o, peor aún, que los espacios de la historia pública se convirtiera en temas objetivados de la investigación académica.[4]

Para esto Thomas A. Woods explica que los trabajos académicos tienen un alcance limitado no pasando de 1,500 copias. En 1995 los museos y sitios históricos recibieron aproximadamente 100 millones de personas en los Estados Unidos de América, mientras que en México en el 2019 el aproximado rondó en los 62 millones.[5] La pregunta que se tiene que hacer el historiador es ¿cuántas de esas visitas cuentan con guías que expliquen los recorridos? Debido que en muchos de los casos los visitantes solo entran para pasar el tiempo. En algunos museos de la ciudad de Monterrey la entrada es gratuita uno o dos días por semana, ¿es esta una estrategia de marketing para atraer visitantes (clientes) o es, por otra parte, una estrategia fallida con la cual se continua para tener índices de visitas altos? ¿Es posible que a través de este esquema de atención los visitantes terminen creando vínculos emocionales con los museos? ¿Acaso la información presentada en los museos va a la par de las nuevas investigaciones? ¿Cada cuántos años se renueva la información presentada a la concurrencia? Estas preguntas son algunas que el historiador público no solo debe de responder, sino proponer cambios y ejecutarlos en beneficio de la sociedad.

Continuando, las emociones no suelen ser todas dichas y alegrías, pues Vanessa Van Orden aborda la tragedia del 11 de septiembre de 2001 y su relación con el museo.[6] En primera instancia no es fácil abordar un tema como tal, sin embargo, explica que no era la primera vez que se empleaba un museo de tal índole. Van Orden menciona que en el ataque de “Pearl Harbor” a dos semanas del suceso los museos cumplieron una función social: subir la moral de la ciudadanía y prepararlos para la guerra a través de programas educacionales y exhibiciones. Aun así, para la autora el museo cumple con funciones específicas como las de alentar el pensamiento crítico, otorgar una perspectiva histórica, promover el entendimiento transcultural y una curación comunitaria ante la interpretación de las tragedias nacionales. En lo que respecta a la composición del museo se instalaron salas donde se localizan historias y pertenencias de los sobrevivientes, familiares de las víctimas y los rescatistas. Una de las salas que conectan con los visitantes es “Tell Your Own Story” donde se responden dos preguntas: ¿Cómo fuiste testigo del 11 de septiembre? Y ¿Cómo cambió tu vida ese día? La función de dicha sala es la de sanar a los visitantes al expresar sus emociones. Nuestra ciudad, estado y región cuentan con heridas que aún no sanan, un ejemplo de ello fue el periodo de violencia entre 2009 y 2012.[7] En el caso del Casino Royale se cuenta con un memorial de concreto con las cruces y nombres de los 52 fallecidos, aún así, la intervención del museo ayudaría a sanar las heridas de los familiares y la sociedad. La finalidad del museo es que este tipo de incidentes no terminen normalizados por la ciudadanía y omitidos por el discurso del oficialismo.  

Mientras James B. Gardner explica la dificultad de una audiencia que viene con prejuicios sobre la historia académica y no critican al museo en general porque piensan que se trata de un espacio con mayor veracidad, cuando en realidad las salas de un museo son una interpretación del historiador público. Para Gardner el museo tiene que ser un espacio donde se cuestione la historia nacional, los estereotipos o, en pocas palabras, lo que está dado por hecho.[8] En cambio se tienen ejemplos donde los museos no cuentan con un respaldo histórico profesional, un caso es “The Jack Ripper Museum” en el cual se basa más en el mito que en una investigación histórica que explique quién fue Jack the Ripper, sus víctimas o el contexto en el cual vivieron.[9] Incluso ante la falta de artefactos históricos, los visitantes no saben qué es real y qué no lo es. Aunque el propósito del museo es enfatizar las temáticas lúdicas, estas dejan de tener importancia ante la falta de rigor histórico que sea plasmado en la audiencia.  

Por otra parte, Edith P. Mayo contrasta la visión de la mujer como mero objeto complementario del hombre a través del tiempo. Mayo brinda historiográficamente la participación de sociedades de mujeres para adquirir y salvaguardar lugares históricos, y exposiciones realizadas en diferentes museos de los EEUU.[10] Un caso fue el de Deborah Warner quien realizó en el National Museum of American History of the Smithsonian Institution la exhibición de Women’s History. Women in Science in the Nineteenth Century en 1979. Donde se explicaron las contribuciones de las mujeres en dicha área. Lonnie Bunch comenta que los peligros de un museo no son el financiamiento o presiones del Estado, sino el no ofender la atmósfera política de la sociedad.[11] Para esto Thomas Cauvin comenta que es importante adaptar la exhibición a la necesidad y motivación del usuario.[12] Por lo que expone tres filtros: duración de la visita (corta, media o larga), intereses de diferentes grupos (expertos, familias, niños, etc.) y medios preferidos (textos, sonidos, visual o actividades prácticas).

La importancia de la historia pública, la academia y el museo radica en que brindan nuevos mecanismos para fomentar el conocimiento en los visitantes. El museo es la principal plataforma del historiador público para hacer digerible la historia académica, o los sucesos históricos, y que sea consumido por una audiencia más extensa. Esto es un reto para el historiador público, debido a que a la sociedad en general no le interesa la historia, o se desvincula de los acontecimientos históricos presentes. Así es como varios autores proponen una función social, donde el público obtenga una conexión con el museo y el conocimiento generado en la academia. El desafío para el historiador público es bajar el conocimiento de las esferas académicas y ponerlo al servicio de la sociedad a través de espacios como el museo. 

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Semblanza

Nelson Jofrak Rodríguez Cázarez (Monterrey 1990) es Licenciado en Historia y Estudios de Humanidades por la Universidad Autónoma de Nuevo León y Maestro en Historia por El Colegio de San Luis. Doctorante en Historia Aplicada por el Centro de Investigación y Docencia Económicas. Fundador del Congreso Internacional de Historia de la América Hispánica (Siglos XVI-XIX). Ha publicado artículos y capítulos de libros; y participado en congresos y coloquios nacionales e internacionales.

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Bibliografía:

Babal, Marianne. “Sticky History: Connecting Historians with the Public.” The Public Historian, vol. 32, no. 4 (2010): 76-84.

Bunch, Lonnie. “Embracing Controversy: Museum Exhibitions and the Politics of Change”, The Public Historian, Vol. 14, No. 3 (1992): 63-65.

Cauvin, Thomas. Public History. A Textbook of Practice. New York and London: Routledge, 2016.

Forbes Staff, Forbes México. “Inauguran memorial por víctimas de ataque al Casino Royale en Monterrey”, consultado el 2 de agosto de 2025. https://forbes.com.mx/inauguran-memorial-por-victimas-de-ataque-al-casino-royale-en-monterrey/

Franco, Barbara. “Public History and Memory: A Museum Perspective.” The Public Historian, vol. 19, no. 2 (Spring 1997): 65-67. 

Gardner, James B. “Contested Terrain: History, Museums, and the Public.” The Public Historian, vol. 26, no. 4 (Fall 2004): 11-21.

Hayward, Claire. “Waxworks and Wordless Women: The Jack the Ripper Museum.” The Public Historian, vol. 39, no. 2 (May 2017): 51-57.

INEGI, “Nota técnica: estadística de museos 2019”, consultado el 10 de julio de 2025. https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/museos/doc/museos_2019_nota_tecnica.pdf

Mayo, Edith P. “Women’s History and Public History: The Museum Connection.” The Public Historian, vol. 5, no. 2 (Spring 1983): 63-73.

Shopes, Linda. “Building Bridges between Academic and Public History.” The Public Historian, vol. 19, no. 2 (Spring 1997): 53-56.

Van Orden, Vanesa. “Exhibiting Tragedy: Museums and the Representation of September 11.” The Journal of Museum Education, vol. 31, no. 1, Museums and Relevancy (Spring 2006): 51-62.

White, Richard. The middle ground. Indians, empires, and republics in the Great Lakes region, 1650-1815. New York: Cambridge University Press, 2011.

Woods, Thomas A. “Museums and the Public: Doing History Together.” The Journal of American History, vol. 82, no. 3 (December 1995): 1111-1115.


[1] Barbara Franco, “Public History and Memory: A Museum Perspective,” The Public Historian, vol. 19, no. 2 (Spring 1997): 65.

[2] Richard White, The Middle Ground. Indians, Empires, and Republics in the Great Lakes Region, 1650-1815 (New York: Cambridge University Press, 2011), XXVI.

[3] Marianne Babal, “Sticky History: Connecting Historians with the Public,” The Public Historian, vol. 32, no. 4 (Fall 2010): 79-80.

[4] Linda Shopes, “Building Bridges Between Academic and Public History,” The Public Historian, vol. 19, no. 2 (Spring 1997): 55.

[5] Thomas A. Woods, “Museums and the Public: Doing History Together,” The Journal of American History, vol. 82, no. 3 (December 1995): 1112. “Nota técnica: estadística de museos 2019”, INEGI, consultado el 10 de julio de 2025. https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/museos/doc/museos_2019_nota_tecnica.pdf

[6] Vanessa Van Orden, “Exhibiting Tragedy: Museums and the Representation of September 11,” The Journal of Museum Education, vol. 31, no. 1, Museums and Relevancy (Spring 2006): 52.

[7] “Inauguran memorial por víctimas de ataque al Casino Royale en Monterrey”, Forbes México, consultado el 2 de agosto de 2025 https://forbes.com.mx/inauguran-memorial-por-victimas-de-ataque-al-casino-royale-en-monterrey/

[8] James B. Gardner, “Contested Terrain: History, Museums, and the Public,” The Public Historian, vol. 26, no. 4 (Fall 2004): 12-14.

[9] Claire Hayward, “Waxworks and Wordless Women. The Jack the Ripper Museum,” The Public Historian, vol. 39, no. 2 (May 2017): 52-53.

[10] Edith P. Mayo, “Women’s History and Public History: The Museum Connection,” The Public Historian, vol. 5, no. 2 (Spring 1983): 65-69.

[11] Lonnie Bunch, “Embracing Controversy: Museum Exhibitions and the Politics of Change,” The Public Historian, vol. 14, no. 3 (Summer 1992): 64.

[12] Thomas Cauvin, Public History. A Text of Practice (New York and London: Routledge, 2016), 152.

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