“Ni derecha ni izquierda”: evolución de la prensa sindical universitaria (1964-1983)

STUANL. Órgano Informativo del Sindicato de Trabajadores de la UANL.

Por Susana Julieth Acosta Badillo

Durante buena parte del siglo XX, las revistas, periódicos o diarios, antes que los libros, fueron medios impresos privilegiados que difundieron de manera más accesible y rápida información de todo tipo y, en ocasiones, fueron vehículos de colectivos intelectuales– y políticos –para consolidar sus estrategias de disputa hegemónica, como apunta Horacio Tarcus, historiador de la cultura escrita. Una revista o periódico tenía la capacidad de forjar la identidad de un grupo, manipular un discurso y con ello consolidar o destruir a un colectivo, y si dicha publicación era de origen sindical, con mayor razón.

El Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León (STUANL) se originó en 1964, tras algunos meses de gestionar inútilmente ante autoridades de gobierno la prestación del aguinaldo. Para entonces y desde la creación de la Universidad en 1933, sus trabajadores, entre personal docente y administrativo, carecía de prestaciones y solo eran receptores de su salario, el cual solía ser mínimo. Tanto que cuando se fundó el Tecnológico de Monterrey en 1943, buena parte del profesorado de la Escuela Industrial “Álvaro Obregón” y la Facultad de Ciencias Químicas dejó la Universidad para integrarse al Tec por el sustancial incremento salarial que tendrían.

Para organizar el sindicato, profesores representantes de las preparatorias 1 y 3, quienes gestionaron el aguinaldo en 1963, se agruparon con otros compañeros docentes para extender la invitación a todos los profesores de las entonces 21 dependencias universitarias, entre preparatorias y facultades. Aunque en un principio no se contemplaba integrar al personal administrativo, pronto esa idea se desechó en aras de fortalecer aún más la agrupación. El sindicato nacía en un contexto de marcado “temor” a todo lo que le pareciese comunista a la sociedad conservadora regiomontana, como el libro gratuito de 1962 o el rectorado de José Alvarado, ex militante del Partido Comunista Mexicano (PCM), quien se vio obligado a renunciar en 1963.

La asamblea constituyente se llevó a cabo el 5 de febrero de 1964, misma donde quedaron integradas las primeras comisiones provisionales para el diseño de los estatutos, así como el primer comité que, aunque provisional, asentó las bases orgánicas del STUNL (entonces sin la “A”). Este primer comité estuvo liderado por Ángel Martínez Maldonado, profesor de la Facultad de Medicina e hijo de Ángel Martínez Villarreal, notorio comunista que fue rector de la Universidad en 1934, cuando ésta pretendió ser la Universidad Socialista. Un mes después de esta asamblea, el 15 de marzo de 1964 apareció el primer número de STUNL, órgano oficial del Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León. En su editorial, el periódico presentó sus objetivos:

La misión de este periódico es modesta pero precisa: informar y orientar, en la medida de lo posible, a todos los miembros del Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León, acerca de todos los temas y problemas de interés común. También servir de vehículo de expresión de todos los miembros del STUNL en todas las cuestiones y materias inherentes al trabajo –enseñanza, investigación, trabajo manual, etc. – que realizamos dentro de la Universidad de Nuevo León.

Además de los objetivos, el sindicato comenzó a delinear su perfil como agrupación:

Para muchas personas –y los trabajadores de la UNL no son una excepción– la sola mención de la palabra “Sindicato” inmediatamente trae a la mente todas las manifestaciones negativas que en lo social y en lo individual son el fruto de un sindicalismo desvirtuado y prostituido.

[…]

A los que piensan, actuando de buena fe, que la existencia de un organismo sindical dentro de nuestra Alta Casa de Estudios puede resultar en un demérito del nivel académico de la enseñanza y en tropiezos para el eficiente cumplimiento de los programas de labores, sólo les recordamos este hecho: un trabajador (maestro, técnico, investigador, administrativo, etc.) siempre dará mejor rendimiento en su trabajo cuando sabe que tiene seguridad en su puesto, que no será removido por el simple cambio de autoridades administrativas o por motivos extra-laborales.

Este primer número cumplió su función informativa, al reseñar lo acontecido en la asamblea constituyente de febrero, pero también integró atisbos ideológicos de defensa gremial al incluir un comunicado de la Facultad de Medicina y Hospital Universitario donde se defendía al personal de acusaciones de negligencia publicadas en la prensa local– y de paso justificaba la “virtud” del hospital que trabajaba sin presupuesto, romantizando la pobreza material–. Por otro lado, se publicaron dos discursos del presidente Adolfo López Mateos, en una aparente intención de mantener al trabajador universitario al tanto de la actividad nacional.

Conforme avanzó el decenio de 1960, se puede percibir cambios en la expresión escrita del periódico. Por ejemplo, en el número 15, del 5 de julio de 1967, se puede leer un quebranto en las relaciones, hasta entonces cordiales, entre la Universidad y el Sindicato ante la negativa de la primera de aprobar tal cual fue solicitada la prestación del servicio médico o, también, por la intención de la Universidad de atentar contra la inviolabilidad de los terrenos universitarios por agentes externos, es decir, la policía o fuerzas militares:

En lo referente al primero, servicio médico, nuestra Asamblea acordó, después de una discusión minuciosa, rechazar el Oficio enviado a nuestro STUNL por el señor Rector, tanto por los términos en que venía redactado, como por los puntos que para satisfacer nuestras necesidades proponía en el mismo la máxima Autoridad Universitaria. Así mismo, la Asamblea acordó que nuestro sindicato luche por obtener el que se reconozca su participación directa en el manejo y en la reorganización del servicio médico, sin que esto quiera decir, como lo afirma el Sr. Rector, que nuestro STUNL esté dispuesto a dar instrucciones a la Rectoría para indicarle cómo debe seleccionar a su personal y cómo debe distribuirlo.

Sobre el segundo aspecto, el STUNL resolvió protestar de manera pública, por su medio y por lo locales, ante el acuerdo del Consejo Universitario, que le otorgó la facultad al rector de solicitar auxilio extrauniversitario en casos especiales, “cuando se hayan buscado por todos los medios legales la solución pacífica” y no se haya llegado a un acuerdo común. El año de 1967, y poco antes, fue una antesala importante en la historia universitaria nacional y, también, en la local, pues en aquel tiempo la Universidad de Nuevo León experimentó una movilización estudiantil, primero en comunidades particulares, como la Facultad de Filosofía y Letras que exigía la destitución del director Agustín Basave Fernández del Valle, o la Facultad de Ciencias Químicas, que cerró calles del centro de Monterrey en solicitud de su postergado edificio en Ciudad Universitaria, proyectado y prometido desde 1958. Poco después, los problemas particulares se hicieron problemas generales.

En el transcurso de 1967 a 1968 se hizo notoria la situación económica de la Universidad, pues era incapaz de resolver los problemas de infraestructura de las escuelas y facultades, y tampoco fue capaz de atender las peticiones del Sindicato e, incluso, demostró irregularidades en prestaciones ya acordadas en convenios pasados, como aumentos salariales o el escaso avance en la concertación del servicio médico, prioridad desde 1964. A principios de noviembre de 1967, el STUNL presentó su anteproyecto del Convenio para 1968, el cual la Rectoría, ahora a cargo de Héctor Fernández González, respondió sin dar solución a ninguno de los puntos alegando que la Universidad no contaba con los recursos necesarios. La respuesta sindical fue el paro de labores del 16 de noviembre.

Aunque la huelga fue parcial, pues algunas dependencias se abstuvieron de participar, este suceso fue un parteaguas en la movilización sindical y estudiantil, pues a partir de este paro de labores, el Sindicato comenzó a recibir apoyo del alumnado, quienes se identificaron en la ausencia de resoluciones por parte de la Rectoría. La huelga se extendió hasta marzo de 1968, cuando se firmó el convenio del año corriente, aunque no de la manera que se había solicitado. En la prensa local, la Universidad se justificó como una dependencia pública, de “servidores públicos” y no “un negocio en el que exista capital”. El 18 de marzo, el gobierno del estado presentó el llamado Reglamento sobre préstamos a la Educación Superior, popularmente conocido como la Ley Elizondo, lo que resultó ser el acabose en este contexto de lucha estudiantil.

Básicamente, el Reglamento proponía un sistema de pagos que dividía al alumnado en dos grupos: a) quienes pudieran pagar su costo real en la Universidad, deberían hacerlo y, b) quienes no pudieran, recibirían un crédito que deberían pagar una vez comenzará su vida laboral o cuando estuviese en mejor condición económica. La reacción fue una reunión de 18 sociedades de alumnos en los días posteriores, a la cual también acudió una comisión solidaria del STUNL, acordando irse a huelga general. A partir de aquí, la situación en la Universidad se mantuvo en constante movimiento, pues ambas aristas de la vida universitaria, estudiantes y trabajadores, se unieron en un frente común para buscar solución a sus respectivos problemas. En 1970, este movimiento se dirigió a la búsqueda de la autonomía universitaria, y a principios de la década, la izquierda logró tener sus momentos de hegemonía, con Héctor Ulises Leal en la Rectoría y otros dirigentes posicionados en direcciones de escuelas y facultades, como lo fue el caso de Tomás González de Luna en la Facultad de Filosofía y Letras.

La prensa sindical, aunque fragmentada en su resguardo histórico, nos permite distinguir la consolidación y posterior evolución de un discurso de lucha entre 1967, cuando se da el primer enfrentamiento ideológico con la Universidad, y 1980, cuando inicia una nueva era del periódico STUANL (ahora sí con la “A”), mucho más alineado al discurso hegemónico de la Rectoría, que regresó a administraciones de derecha con el inicio en el poder del “grupo médico” a cargo de Luis E. Todd Pérez y, después, de Alfredo López Piñeyro. Por ejemplo, en un número de 1976 aún es posible percibir una ideología de izquierda entre las páginas del ejemplar, pues transcribe un discurso de Valentín Campa, una nota sobre la lucha contra el famoso “charrismo” o noticias sobre la lucha en otras universidades mexicanas, como la de Durango. Además, continuaba su misión de informar a los trabajadores universitarios los avances o problemas para consolidar alguna prestación, como en aquel entonces lo era el derecho a la vivienda.

En junio de 1980, STUANL introdujo una nueva época y en su titular se puede leer “Un viraje, ni derecha ni izquierda sindicalista. Hacia los trabajadores, por los trabajadores, de los trabajadores”. El Comité Ejecutivo estaba a cargo de Carlos Jiménez Cárdenas, quien ya había sido secretario general de 1975 a 1977. Esta nueva era tenía un objetivo particular: legitimar el nuevo comité de Carlos Jiménez, tras la disputa con el comité anterior, a cargo de Cástulo Hernández Gálvez.

El rectorado de Luis Eugenio Todd (1973-1979) se había desarrollado dentro de una política institucional de condescendencia y tolerancia a todos los grupos activos dentro de la Universidad, estableciendo puentes de diálogo y acuerdos mutuos para resolución de problemas, lo que a la larga debilitó a la izquierda universitaria, lo suficiente para que, en la rectoría sucesora con Alfredo Piñeyro López (1979-1985), se diera una depuración casi total. El mismo PCM reconoció a finales de los setenta los puntos débiles de su organización, así como un descenso en la participación obrera y trabajadora en general. El partido terminó por disolverse en 1981, tras su controvertida participación en la sucesión rectora de 1979.[1]

Cuando Piñeyro asumió la Rectoría fue claro que su gestión no tendría la misma actitud condescendiente que la de Todd y ello se proyectó con mayor fuerza en la administración del sindicato. En febrero de 1979, siete meses antes de que Piñeyro asumiera la Rectoría, Cástulo Hernández Gálvez había tomado posesión como secretario general del STUANL tras resultar ganadora su planilla Roja y Negra de Unidad Democrática. Con Todd, Hernández firmó el convenio de 1979 sin contratiempos, pero apenas se anunció la sucesión rectora los problemas comenzaron, pues el comité de Hernández tenía problemas con Piñeyro desde antes de su candidatura por acusaciones de violaciones al contrato colectivo en la Facultad de Medicina y Hospital Universitario, donde Piñeyro era director. 

Desde el primer día de Piñeyro como rector, 13 de septiembre, hasta finales del mismo mes, el STUANL llamó a paro de labores general a causa de dos razones: la designación antidemocrática de Piñeyro y el incumplimiento de algunas cláusulas del convenio laboral por parte de la Rectoría. La huelga fue fragmentada, pues algunas escuelas y facultades se abstuvieron de atenderla, y en otras aún persistían profesores que no estaban sindicalizados. Entre el 25 y el 27 de septiembre, el rector y el secretario general del STUANL se reunieron para la firma del convenio. Esto calmó la situación por algunos meses, hasta que en febrero de 1980 el STUANL se fracturó.

En aquel mes, la coalición a la que se había enfrentado Hernández durante su candidatura a la secretaría general regresó al frente de un grupo de sindicalizados que aparentemente estaban inconformes con la gestión de Hernández, alegando una mala administración de los fondos del sindicato. El grupo de choque estaba liderado por Carlos Jiménez y su esposa, Elva Villarreal, contrincante de Hernández durante la candidatura. El líder sindical entonces legítimo catalogó al grupo de Jiménez como un claro intento de presión por parte de la Rectoría, con quien el STUANL no sostenía buenas relaciones por los sucesos ya planteados. Para Hernández, Jiménez no era más que un comodín para tomar control político sobre el sindicato.

El 14 de febrero de 1980 el comité ejecutivo de Hernández fue desconocido en una asamblea representativa en la que, según datos proporcionados por la facción de Jiménez, acudieron y votaron 380 delegados. En esa misma asamblea se designó un nuevo comité ejecutivo a cargo de Jiménez. Durante dos meses ambos comités coexistieron, aunque claro que el reconocido por la Rectoría era el de Jiménez, mientras que el de Hernández quedó en categoría de ilegítimo. El 17 de abril, Jiménez obtuvo su reconocimiento legal como secretario general del STUANL por el Tribunal de Arbitraje del Estado de Nuevo León y dos meses después, inició la nueva era del periódico STUANL, ahora subtitulada Revista informativa del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

La editorial del primer número dejó muy en claro el objetivo principal de esta nueva era:

Esta caracterización del Sindicato [como un frente común de defensa gremial] había sido violentada de la manera más absurda por los intereses estrictamente grupistas de quienes habían tenido la dirección de los dos anteriores Comités Ejecutivos [José Luis Sustaita de los Reyes y Cástulo Hernández]. Comprometiendo a la organización sindical en locas carreras políticas con fraseología seudorevolucionaria e izquierdoza. Llegó un momento en que se hizo de las frases de derecha e izquierda la síntesis del programa, de los estatutos y de la táctica del sindicato, se olvidaron de todo, se dejó a la deriva la suerte de la organización, solo les interesaba sus propios fines y la utilización de los fondos y el prestigio del sindicato.

Todo el primer número está dedicado a legitimar el comité de Jiménez, pues además de la editorial incluyó comunicados del proceso de legalización del nuevo comité, la declaratoria del Tribunal de Arbitraje y los avances en torno al convenio de 1980, que a según del nuevo comité se había descuidado. Como Hernández carecía de un medio divulgativo oficial para externar su postura, recurrió a los periódicos locales; el 23 de julio, en páginas de El Porvenir, rechazó las acusaciones publicadas en STUANL: “Los infundios y difamaciones ponen en entredicho mi calidad moral y política, calidad de la cual carece el dirigente del STUANL, demostrando afirmación con una relación expuesta a la opinión pública”. Hernández entregó al periódico un conjunto de documentos que comprobaban malos manejos del Fondo de Auxilio durante la secretaría de José Luis Sustaita de los Reyes (1977-1979), pero de forma particular de la administración de Elva Villarreal, quien era la secretaria de Previsión Social. El número dos de STUANL, publicado en septiembre de 1980, respondió a la versión de Hernández, también con su respectiva documentación y, además, validó la labor de la secretaría de Previsión social, publicando sus avances en la entrega de fondos de auxilio a trabajadores.

Este actuar entre Jiménez y Hernández, el primero con su propio medio de legitimación y el segundo, en búsqueda de medios secundarios y externos, como los periódicos locales, es un ejemplo, entre muchos, de la disputa por posiciones de poder dentro de un grupo o campo determinado, en este caso, el sindicato. Para ambos, el público lector objetivo eran los trabajadores agremiados, pues eran ellos a quienes ambos querían convencer de sus respectivas versiones y de quienes necesitaban respaldo. Además, también hay que reflexionar sobre la sintaxis de STUANL, pues el orden de sus secciones, además del contenido seleccionado, dice mucho del objetivo que entonces tenía el periódico, como bien lo dice Beatriz Sarlo: “Surgida de la coyuntura, la sintaxis de una revista informa, de un modo en que jamás podrían hacerlo sus textos considerados individualmente, de la problemática que definió aquel presente”. Para este caso, la problemática era la disputa por el control del STUANL entre dos grupos de choque, uno favorecido por la Rectoría, la entidad hegemónica, y el otro en desventaja institucional.

En marzo de 1981, STUANL regresó al formato de tabloide, como periódico, tal cual había sido concebido en 1964, para lo que reinició en otra nueva era. El perfil del periódico pronto se tornó institucional e informativo, dejando un poco de lado el discurso político de legitimación que dominaron los tres primeros ejemplares publicados en 1980, aunque tardó en difuminarse completamente. Por ejemplo, en el primer número de esta renovada era se publicó el discurso íntegro de Carlos Jiménez durante la presentación de su primer informe de actividades de su segundo periodo (1980-1982), en el cual volvió a referirse al comité anterior, aunque ahora sin nombrar a Hernández pues ya no era necesario, el discurso se entendía:

Se dijo que nuestro Sindicato iba hacia su división, hacia su gremialización, que nos estábamos cetemizando, entregándolo, etc. Esa verborrea es parte de los brebajes que conforman los elíxires ideológicos de los grupos que a toda costa quisieran seguir manejando al Sindicato, única y exclusivamente para sus intereses políticos, sin importarles la verdadera situación de los miles de trabajadores sindicalizados.

En el número siguiente se inició una sección de testimoniales, entrevistas a líderes de diferentes secciones que respaldaron el mismo discurso de legitimación del comité reconocido por la Rectoría: “Hemos consolidado una profunda unidad sindical, dice Ma. Gloria [presidenta de la Sección 1, Facultad de Medicina y Hospital Universitario]. Por fin se acabaron los malos manejos”; o en el número tres: “Jiménez restituyó la confianza de la base sindical en sus dirigentes”, en palabras del líder de la sección 5 (Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica), Enrique Alonso Castillo.

Si analizamos los números de esta renovada era, es notorio que el proyecto político detrás de STUANL era asentar el mensaje de la cordialidad entre institución y sindicato, a modo de restablecer el prestigio de la Universidad, sobre todo, después de los años de la autonomía y, para el sindicato, después de su quiebre interno en 1980. Este discurso de armonía fue bien construido por el comité de Jiménez, tan bien que, cuando éste quiso cuestionar a la Rectoría por acusaciones de despidos injustificados en diferentes escuelas y facultades en 1983, su propio comité le abandonó en la protesta y reafirmó la buena relación del sindicato con la Universidad, utilizando nuevamente al periódico como el medio de legitimación. Como también lo dijo Sarlo, una revista (o periódico) tiene el poder suficiente para decidir quién subordina y quién es el subordinado durante un contexto particular, pero es curioso cuando ambos papeles son desempeñados por el mismo personaje a través del medio que él mismo diseñó. Cerramos con esta reflexión:

El tejido discursivo de las revistas puede ser visto como un laboratorio donde se experimentan propuestas estéticas y posiciones ideológicas. Instrumentos de la batalla cultural [o política para este caso], las revistas se definen también por el haz de problemas que eligieron colocar en su centro (o, a la inversa, según los temas que pasaron en silencio).

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Susana Julieth Acosta Badillo. Licenciada en Historia y Maestra en Arquitectura por la UANL. Sus líneas de investigación son: historia de la universidad, la educación y la arquitectura escolar del siglo XX. Ha publicado en coautoría diversas monografías sobre escuelas de la UANL y de manera individual, artículos de difusión histórica en diversos medios locales, nacionales e internacionales. Actualmente es editora adjunta de la revista cultural Reforma Siglo XXI de la Preparatoria No. 3 y docente de dicha institución.

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Referencias

“Cástulo Hernández rechaza los cargos que le hace el STUANL”, El Porvenir, 23 de julio de 1980, 8-B.

Ávila Ávila, Jesús. “Institucionalizar, expandir, diversificar, 1973-1985”. En Una historia de la UANL. 90 aniversario [1933-2023] t. 2. Coordinación de César Morado, 85-124. Monterrey: UANL, 2023.

Colección STUANL. Revista informativa del Sindicato de Trabajadores: https://hemerotecadigital.uanl.mx/items/show/17188

Colección STUANL. Órgano del Sindicato de Trabajadores: https://hemerotecadigital.uanl.mx/collections/show/369

Flores, Oscar. La autonomía universitaria 1968-1969. Monterrey: CDAH-UANL, 2011.

Sarlo, Beatriz. “Intelectuales y revistas: razones de una práctica”. América, 9-10 (1992): 9-16. https://ahira.com.ar/wp-content/uploads/2018/08/Sarlo-Intelectuales-y-revistas.pdf

Tarcus, Horacio. Las revistas culturales latinoamericanas. Giro material, tramas intelectuales y redes revisteriles. Tren en Movimiento, 2020.


[1] La sucesión rectora de 1979 estuvo plagada de controversias. Tras la renuncia de Todd, en agosto, fue nombrado el también médico Armando Flores Aréchiga rector interino, mientras se llevaba a cabo el proceso de selección a cargo de la Junta de Gobierno, con las candidaturas de los médicos Roberto Moreira y Alfredo Piñeyro López.  Ambas candidaturas fueron cuestionadas, pues ambos eran del mismo grupo médico allegado a Todd y por parte de Piñeyro López, este traía arrastrando una controversia con el STUANL por aparentes violaciones al convenio laboral en la sección 1, es decir, la Facultad de Medicina y Hospital Universitario, donde Piñeyro era director. Además, el proceso de presentación de terna ante la Junta de Gobierno se catalogaba de antidemocrático, al no involucrar a docentes, estudiantes y administrativos en la elección. Como protesta, el STUANL se unió abiertamente al PCM, el cual se involucró en el proceso electoral con el respaldo de un tercer candidato, el Ing. Pablo Morales Pinal, profesor universitario que se lanzó a la candidatura a través del comité seccional universitario, coalición del PCM que se movía dentro de la Universidad y estaba integrada por profesores activos en la nómina.

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