Por Eduardo Zambrano
Un día, 5 de julio (pero de 1938), nace en Iquique, Chile, el poeta Óscar Hahn. Después de recibir en su país el Premio Nacional de Literatura 2012 y en España el Premio Loewe 2014, sus apariciones en público y las novedades editoriales se han limitado mucho, si acaso apenas se han dejado ver el replanteamiento de estudios críticos y de diversas antologías poéticas en las que incluyen su obra.
En lo personal he seguido la trayectoria de este escritor, que aun en una tierra tocada por la poesía, sus versos se destacan con una singularidad y voz propia dentro y fuera de su generación. Para el recorrido de este homenaje me apoyo en su Poesía completa (Lom ediciones, Chile, septiembre 2012).
Marcado y perseguido por el régimen de Pinochet, Óscar Hahn se exilió desde los años 70 en los Estados Unidos, ejerciendo como profesor de Literatura Hispánica en la Universidad de Iowa, donde residió hasta el 2008. Desde aquellos tiempos, su capacidad de observación y ese gesto irónico ante el asombro cotidiano, serían uno de sus distintivos:
SOCIEDAD DE CONSUMO
Caminamos de la mano por el supermercado
entre las filas de cereales y detergentes
Avanzamos de estante en estante
hasta llegar a los tarros de conserva
Examinamos el nuevo producto
anunciado por la televisión
Y de pronto nos miramos a los ojos
y nos sumimos uno en el otro
y nos consumimos
Más allá de la cita de este poema que lo enmarca en su residencia norteamericana, la propuesta de Óscar Hahn es profunda, con imágenes provocadoras, desconcertantes; desde muy joven sondeó el tema de la muerte con su libro Esta rosa negra (1961):
SOY UNA PIEDRA LANZADA DE CANTO
Muerte escondida en los arrabales del silencio,
en los sutiles pliegues de las sombras,
¿soy el lanzado como una piedra por la mano de Dios
en el agua de la existencia?,
¿soy el que en ondas circulares irá creciendo
hasta desbordarse en el vacío sin fin?
Porque ahora,
como una tangente en agonía
toqué el acuoso círculo de las ondas despeñables,
y lleno de pavor,
como quien ve resucitar a sus muertos olvidados,
sentí el hambre de conocer la lejanía eterna.
Se romperá el espejo de mi vigilia
y no reflejará mis carnes en la florida tierra.
Pero hay que morirse con las uñas largas
para poder cogerse del recuerdo.
En su segundo poemario, los versos oscuros y solemnes, intimistas, se van dejando (en parte) de lado; entonces surge el Arte de morir (1977), un arte que se plasma con historias personales y recuentos históricos. Es así que sobrevienen temas como los del holocausto o la tragedia de las bombas atómicas… pero también, claro está, la vivencia inmediata (no menos dantesca) que se vivió en Chile en el ya citado golpe militar. En el texto que ahora se transcribe, queda claro que no fueron momentos aquellos con los que se debían de poetizar; pues la brutalidad y aspereza de las palabras eran parte de una estampa terrible, una crónica:
NOCHE VIEJA 1973
Se terminó este año cabrón. Se fue al carajo.
Se fue completamente a pique: capotó.
Con sus terrores y llantos y entierros a cuestas
y los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Ahora está sonando la sirena. Y ahora mismo
estallan los fuegos artificiales. Y ahora
comienzan los abrazos. «A año muerto
año puesto», me decías con una copa en la mano
corriéndote las lágrimas. «Que seas feliz».
Se terminó este año cabrón. Se fue al carajo
En el prólogo al libro ya referido, la connotada ensayista Adriana Valdés destaca en el perfil de Óscar Hahn, no sólo su “tremendo oficio”, sino también “una impresionante capacidad de juego” que en sus mejores momentos “deslumbra”. De igual forma se hace énfasis en la versatilidad de ese oficio y de ese juego, esto es, en enfocar su visión del mundo desde muchas perspectivas y recorriendo (con gracia) distintas “formas de poetizar”. Bajo esta perspectiva, en las páginas de Mal de amor (1981) y Flor de enamorados (1987) encontramos títulos tan dispares como los siguientes:
QUIEN GENTIL SEÑORA PIERDE
Quien gentil señora pierde
sin saberla conocer
no debió nunca nacer
La vi graciosa en un huerto
cogiendo frutas y flores
el lindo rostro cubierto
de primorosos colores
mas cuando me habló de amores
yo no supe responder:
no debí nunca nacer
Triste es no haber comprendido
sus valores tan extremos:
nunca el bien reconocemos
hasta que es un bien perdido
y el que pierde el conocido
sin saberlo retener
no debió nunca nacer
FANTASMA EN FORMA DE TOALLA
Sales de la ducha chorreando agua
y te secas el cuerpo con mi piel de toalla
Y hay algo que te empuja a frotarte y frotarte
entre los muslos húmedos
Entras en un terrible frenesí
en una locura parecida a la muerte
hasta que otra humedad más densa que el agua
te empapa la carne con su miel pegajosa
y tú aprietas las piernas y gimes y gritas
y yo te lamo entera con mis lenguas de hilo
Ya veíamos líneas arriba el contraste del asunto amoroso, diríase la perspectiva caballeresca del amor cortés, y el abordaje provocador (algunos dirían sucio) del fantasma obsceno en forma de toalla. Ahora bien, en su libro inmediato, Estrellas fijas en el cielo blanco (1989), lo que se nos plantea es una vuelta al rigor de las formas, al soneto, no como una “obligación” de volver a los clásicos, sino como una forma de contemplar (en las estrellas fijas y muertas del firmamento) la luz que aún es capaz de manifestarse. El soneto que transcribo es el que abre este conjunto y lleva el mismo título del libro:
Estrellas fijas en un cielo blanco,
son los bellos sonetos pues no giran
en torno de orbe alguno ni han rotado
sus densas masas de catorce cifras
No reflejan la luz del sol tampoco
pero irradian su propia luz de adentro
Y en el albor parecen en reposo
o muertos cuyas tumbas son sus cuerpos
Y sin embargo las estrellas fijas
a veces bienhechoras o malignas
siempre de harta energía están cargadas
Y aunque hace miles de años extinguidas
su fulgor todavía nos alcanza
sea por vista o por astrología
Una vez que el poeta entra y asume la madurez vital del oficio, se publican Versos robados (1995) y Apariciones profanas (2002, a los 64 años). En ambos libros prevalece la voz del lector, y se hace manifiesta la sabiduría de que no hay oficio para un escribiente, sin antes no haber asimilado (hasta los huesos) sus lecturas. De vuelta al prólogo, la atenta observación crítica de Adriana Valdés apunta al respecto:
“La cita de César Vallejo, “todos mis huesos son ajenos / yo tal vez los robé”, que preside el libro de Versos robados, contiene dos confesiones. Una, sobre la apropiación como motor de búsqueda, la apropiación como punto de partida de la propia poesía. Y otra, la del carácter extraordinariamente íntimo, personal, corporal de esa apropiación. Versos como huesos. Versos que se descubren en el interior… del propio cuerpo verbal.”
Transcribo entonces otros dos poemas: el primero se trata precisamente de un verso robado, “en una estación del metro”, al gran maestro Ezra Pound; y el otro, una visión desesperanzadora del envejecido joven de Rimbaud.
EN UNA ESTACIÓN DEL METRO
Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por las estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles
y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre
ANOTACIONES EN EL DIARIO DE RIMBAUD
- Hospital de Marsella (1891)
Vuelvo a mi país después de 16 años de ausencia
Parezco un esqueleto y la gente se asusta de mí
Las mujeres cuidan a los feroces inválidos
que retornan de lugares tórridos
Hoy me amputaron la pierna derecha
La vida es un horror interminable
No sé para qué nos empeñamos en seguir viviendo
El Esposo Infernal se me apareció en un sueño
Tenía un rosario entre los dedos
Tres horas más tarde Dios fue negado
y sus 98 heridas empezaron a sangrar
He tratado de caminar con muletas
pero no he podido avanzar ni un centímetro
Yo que atravesé montañas y desiertos
ríos y mares ciudades y reinos
y a quien llamaban el suelas de viento
Los curas no quieren darme la comunión
Temen que me atragante con la carne de Cristo
Desde mi cama vi la silueta del indeseable
Venía caminando con la pierna que me cortaron
y traía un barco de papel en la mano
Tú estás muerto le dije furioso
Y él dijo: “Yo estoy vivo el muerto eres tú
Pondrás el barco de papel en ese charco de agua
y llegarás a donde nunca has llegado”
Se suele decir que En un abrir y cerrar de ojos se nos pasa la vida, y Óscar Hahn no solamente lo sabe, igual en el 2006 publica un libro que con ese mismo título, hace de este asombro (válgame la contradicción) tan conocido, tan cotidiano, un catálogo de infortunios muy personal; desde las aparejadas (desparejadas) desavenencias amorosas, o la visión repentina de la muerte insinuándose en una sastrería, o darse cuenta de todos esos vacíos que respiran a su lado, en suma, que con el paso de los años Óscar Hahn cae en la cuenta de su propio pasmo envejecido:
Somos los viejos locos
los viejos que nos acostamos
con muchachas 40 años menores que nosotros
los que tratamos de ignorar a la muerte
como si fuera una amante de otra época
a la cual ya no quisiéramos ver
y cruzamos muy rápido a la acera de enfrente
donde está la ninfa esperándonos
senos duros pezones rosados
y labios de la vulva frescos y rojos
no el sexo seco de la muerte
esa fruta que ya no da jugo
Y nos arreglamos el nudo de la corbata
mirándonos en la vitrina de una tienda
donde ahora vemos nuestra cara arrugada
el pelo escaso la barba canosa
entre computadoras y teléfonos celulares
y el reflejo de la muchacha que nos sonríe
con la guadaña en la mano
Si tomar conciencia del paso del tiempo es complicado, doloroso, hacer ya un recuento de ese catálogo de infortunios que los años traen consigo… no lo es menos: Pena de vida (2008) y La primera oscuridad (2011) se publican cuando el poeta alcanza y rebasa los 70 años. El poeta lleva a cuestas algunas enfermedades propias de la vista, mismas que lo han venido limitando y que lo alejan poco a poco del optimismo.
Me veo envejecer en las estrellas podría parecer un título sublime para un poema donde se trasciende el tiempo y la oscuridad de la vasta noche, pero no, Óscar Hahn se ve envejecer junto al televisor que ofrece un panorama decadente y tristísimo de las efímeras estrellas de cine; para el sentido crítico del poeta, es imposible no verse ahí (lastimosa y paradójicamente irreconocible) junto a lo más granado y luminoso de su generación:
Me veo envejecer en las estrellas
de cine: las contemplo cada noche
en la pantalla del televisor
Aparecen en vivo
aunque están a dos pasos de la muerte
Sus caras mustias
son el espejo de mi propia cara
Sus párpados caídos son mis párpados
Su piel rugosa ya es mi propia piel
Estos, hijo, ay dolor que ves ahora
ojos de soledad mustios semblantes
fueron un tiempo jóvenes famosos
Ese anciano de manos temblorosas
y pelo blanco un día fue Paul Newman
el seductor de los ojos azules
Y esa señora cuya piel estirada
le impide sonreír es Elizabeth Taylor
conquistadora como Cleopatra
De esta invencible gente
sólo quedan memorias funerales
Contempla, hijo, estas reliquias bellas
para ejemplo del mundo y sus estrellas
Cierro con este otro poema donde se da cuenta de lo inevitable: quedarse solo como una consciencia (consecuencia) propias de la edad, de los achaques del tiempo; como se comentó, en el caso de Hahn son problemas con la vista; sin embargo, queda en el aire un espacio para la música, uno de los temas también muy socorridos en la obra de Hahn, una música que ahora parece cerrarse sobre el poeta, y lo acompaña, se acompañan:
LA MÚSICA
Vivo solo
con mis muebles
mis cuadros
y mis libros
En la pared del living
hay un reloj de péndulo
que da las campanadas
cada hora
Entre medio
transcurre mi vida
Ahora suenan
las nueve campanadas
Después serán las diez
después las once
Ahora son las doce
pero no se oye nada
Mis muebles han desaparecido
también mis cuadros
y mis libros
Sólo escucho la música
No sé si adentro
o afuera de mi cabeza
Da lo mismo
Vivo solo
y la música es mi única
compañía
Además de la edición chilena (ya citada) que reúne la Poesía completa de Óscar Hahn, hay títulos en la colección Visor de poesía y dos publicaciones en el Fondo de Cultura Económica (FCE), como son los casos de la antología Señales de vida, y el poemario La primera oscuridad.
Este sábado 5 de julio Óscar Hahn llega a los 87 años. La invitación a leer algunos de sus libros, es mucho más que una invitación de cumpleaños, es una ceremonia para participar (precisamente) de esas ‘señales de vida’ que celebramos en comunión con la gran poesía.
