Juan Gelman: La tarea del poeta es escribir poesía, si es posible, buena

Crédito de fotografía: Pablo Cuéllar.

Por Lizbet García Rodríguez

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“Retratos del tiempo” rememora hoy la entrevista realizada al poeta argentino Juan Gelman, durante su visita a la Universidad Autónoma de Nuevo León en 2008, para presentar su libro Los Otros, dentro de las instalaciones del Colegio Civil Centro Cultural Universitario.

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En Los Otros confluyen los heterónimos inventados por el poeta y periodista argentino, quien en los años sesenta, a su propio decir, atravesaba problemas de todo tipo, “había caído en una suerte de intimismo muy denso, entonces dije, para salir de esto tengo que inventar a otra gente que escriba otras cosas, porque yo ya estoy aburrido de mí” –compartió Gelman en julio de 2008, durante la presentación del volumen coeditado por la UANL y la Editorial Alforja.

Surgieron nombres imaginados, Sidney West, el inglés John Wendell, Yamanokuchi Ando, Eliezer Ben Jonon, quienes rubricaron las letras del poeta en sus múltiples publicaciones. El libro Los Otros volvía a juntarlos.

“Para mí resultó un nuevo libro, porque cuando los vi a todos estos juntos, a los que afortunadamente no les tengo que dar de comer, me pareció otro libro, se creó entre ellos una suerte de diálogo, de armonía, que yo ignoraba que podían tener.”

Exiliado de su natal Argentina en 1976 durante la dictadura militar, vivió en varias capitales del mundo hasta que decidió fijar su residencia en México. El exilio fue un tema recurrente en sus composiciones “estoy exiliado de mí”, escribiría, y en esta circunstancia nacieron dos otros, que conservan las iniciales de JG: José Galván y Julio Grecco.

“Estos surgieron para dar una idea de continuidad de la poesía, después de que asesinaran a grandes poetas en Argentina, como Miguel Ángel Bustos y Francisco Urondo, haciendo un recuento resulta que hay más de cien poetas desaparecidos en Argentina. Luego hay otras cosas que llamo diálogos, con Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, autores de tango, todos tienen que ver con la cuestión del exilio.”

Juan Gelman (Buenos Aires, 1930 – Ciudad de México, 2014) escribió sus primeros versos a los nueve años de edad por causa de una chica; ella no le hizo caso, pero él se quedó para siempre con la poesía. Desde entonces, escribió a las mujeres: “decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito, debía tener unas 12 mil 397 mujeres en su mujer”; lo inspiraba la naturaleza humana: “hay quien vive como si fuera inmortal/ otros se cuidan como si valieran la pena”; el afecto: “en mis lágrimas lavo las ropas del amor/ las tiendo al sol de tu belleza”; pero su mayor motor creativo fue el dolor: “oh! restos de mi corazón”. Marcelo, el hijo de Gelman, y su esposa María Claudia, embarazada de ocho meses, fueron secuestrados en Buenos Aires en agosto de 1976 por las fuerzas represoras de la dictadura argentina. La niña que nació fue dada en adopción a una familia en Uruguay, y fue encontrada por su abuelo en el año 2000. El cuerpo de Marcelo fue hallado en un tanque en el canal de San Fernando, en Buenos Aires.

En entrevista para el periódico Vida Universitaria de la UANL, el autor habló entonces del carácter de su poesía, y de su vida en México, no como geografía del exilio sino como la casa de su propia elección.

Por años usted ha pedido justicia por los asesinatos de más de treinta mil desaparecidos de la dictadura argentina; su poesía contiene denuncias, posicionamientos políticos, pero, con todo, ¿cómo lograr que resulte tierna, a salvo del rencor?

“Nadie se propone escribir poesía, sale lo que sale, no lo que uno quiera que salga. No puede haber plan, hablo de mí por lo menos, la inspiración viene cuando quiere ella, y cuando quiere se va. La tarea del poeta es escribir poesía, si es posible buena, cada poeta es un ciudadano, y como ciudadano se es militante de una causa o no, pero son dos planos diferentes. Lo que me gusta no es la poesía comprometida, sino la poesía casada con la poesía, donde se puede escribir de todo en la medida en que la circunstancia exterior coincida con la circunstancia del corazón.”

Hay presencias reconocibles en su obra, una particular estética de la creación, un estilo elegante, a ratos triste, que habla de muerte, de mucha vida, que inventa palabras, “amora mía”, “la gran dolora”, y conjugaciones verbales madreció, hijaron, amoremos, mundar… ¿cómo ordena los elementos que le parecen infaltables a la hora de escribir?

“En mi obra ha estado siempre la presencia ausente de lo amado, en mi caso la patria, las pérdidas personales, de amigos, de compañeros que desaparecían diariamente en cantidades, y hubo ese habitar un territorio que por distintas razones era el mismo, el exilio, sobre eso he escrito mucho, pero no hay un orden, cuando escribo ahí aparecen mis afectos, mis invenciones, una manera de expresarme; creo que la intimidad forma parte de la subjetividad de cada quien y ese es un territorio muy amplio.”

Yéndose de la Argentina, pudiera parecer que sus conflictos personales le inspirarían a la escritura, ¿fue así?

“Cuando tuve que ir al exilio no pude escribir, estuve cuatro años sin escribir, vivía en Italia, un país con otra lengua, otras gentes, lejos del mío, pasaban cosas terribles, pero ese choque me cohibió durante cuatro años sin escribir.”

Desde hace dos décadas reside en México, en todo este tiempo, ¿se ha sentido exiliado de lo propio, o ha tenido una distancia reparadora?

“Si vivo en México no es porque lo elegí como tierra de exilio, sino porque elegí vivir aquí. Mi exilio transcurrió en Roma, en París, Madrid, Managua, pero a México decidí venir. Hace 20 años que vivo aquí, aquí me quedaré antes y después, estoy trasterrado para decirlo de alguna manera.”

En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía en Argentina; en el año 2000, el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”; en 2004, el Iberoamericano de Poesía “Ramón López Velarde”; en 2005, los premios Iberoamericano “Pablo Neruda” y “Reina Sofía” de Poesía; y fue galardonado con el Premio Cervantes 2007. Pero ¿qué significan los premios para Juan Gelman?

“Los premios son reconocimientos, alientan digamos a un creador, contribuyen a que la obra se difunda más, pero no escriben por uno, además no creo ser ni peor ni mejor poeta que antes del premio.”

¿Al cabo de casi ocho décadas de vida, aún continúa con sus búsquedas? ¿Sigue escribiendo?

“Sigo escribiendo poesía, artículos, columnas, pero una búsqueda sobresale de las otras. Estoy buscando los restos de mi nuera, encontré los restos de mi hijo, encontré a mi nieta, que nació mientras mi nuera estaba secuestrada en Uruguay, en un centro clandestino de detenciones, de ahí la trasladaron al hospital militar y dio a luz, después se las llevaron a otro lugar por dos meses, luego ella fue asesinada, desaparecida, y mi nieta fue entregada a la familia de un policía en Uruguay. Mi mujer y yo investigamos hasta que hace ocho años encontramos a mi nieta. Entonces yo necesito cerrar ese círculo, encontrar los restos de mi nuera María Claudia, mi nieta también lo necesita y quiero juntarlos en esa morada, pues estuvieron más tiempo separados que juntos.”

En su largo trayecto poético sobresalen las obras Violín y otras cuestiones (1956), En el juego en que andamos (1959), Gotán (1962), Los poemas de Sidney West (1969), Sombra de vuelta y de ida (1997), Incompletamente (1997), Salarios del impío y otros poemas (1998). Nada era igual con los poemas de Juan Gelman, hasta que él mismo los leía. Las inflexiones de su acento argentino, el dejo triste y el realce intencional de los versos que más disfrutaba decir, se escucharon en Colegio Civil Centro Cultural Universitario, reafirmando ese punto de encuentro que ha sido la Universidad Autónoma de Nuevo León para los escritores de México y el mundo. Gelman recibió en aquella ocasión la medalla conmemorativa por el 75 aniversario de la UANL, y compartió con estudiantes, docentes y comunidad en general su ejemplo de valentía expresiva, su poesía toda y su huella de niño inmortal: “manita llena de astros/ golpeando contra la furia del mundo”.

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