En 2023 la presencia de Elsa Cross fue inmensa y fuerte en la UANL. En marzo, su voz se escuchó junto a la de otros importantes autores en la Gala Poética celebrada en el Aula Magna; y en noviembre, su obra e imagen quedaron enlistadas en el muro de ganadores del Premio Internacional Alfonso Reyes. Por estos días se prepara para presentar un título inédito en la Feria Internacional del Libro de Monterrey 2025, poemas sobre el amor, dice, “lo divertido es que esto lo presente yo casi a los 80 años que cumpliré en unos meses”.
Por Lizbet García Rodríguez
Usted misma ha dicho que sus primeros textos eran pesimistas, algo oscuros, y su contacto con la meditación cambió la perspectiva de su pensamiento y sus letras, ¿cómo ha construido sus fuentes de inspiración?
Lo que me cambió la visión, más que los viajes, fue la meditación, y no solo la visión de la poesía sino de la vida. Fue muy importante para mí haber establecido ese contacto con una tradición de meditación que a lo que va, finalmente, es a llevar a un conocimiento de uno mismo, una especie de viaje pero al interior. Con la meditación se trata de ir más allá incluso del lenguaje, de todas las connotaciones, asociaciones, recuerdos, ideas, prejuicios, conceptos que trae uno y que configuran la propia visión del mundo. Dejar esa configuración en pausa para ir más allá y ver qué se encuentra uno en el fondo de sí mismo.
¿Y cómo se dio ese contacto?
De una manera muy casual porque abrieron un centro de meditación a la vuelta de mi casa. Yo llegué creyendo que era una escuela de yoga. Quería bajar de peso, no más. Tenía mucha desconfianza hacia las cosas orientales porque no las entendía. Y finalmente lo que me ocurrió, al haber empezado a meditar después de tener una resistencia enorme, fue que gradualmente desaparecieron muchas de las cosas que más me velaban de visión, me oscurecían el mundo, yo diría, para dar paso a una visión y a una experiencia de la vida más luminosa. Esto se refleja y tiene un efecto sobre cualquier cosa que uno haga, que en mi caso, siendo la poesía, la escritura y todo esto, lo ha revestido totalmente de ese espíritu, aunque mis poemas no lo tengan siempre como tema.
Su poesía tiene mucha geografía: islas de roca negra, ríos, laguna, gritos de espuma, pantano, la India, lo griego, lo lejano… ¿cómo han influido los viajes, por México y el mundo, en su trabajo?
¿Sabes qué? Tú me preguntabas al principio cuál es mi fuente de inspiración. Esa es mi fuente de inspiración. Más que nada. La poesía para mí entra por la naturaleza. Sin naturaleza para mí no hay poema. Y también el contacto con personas de otras culturas ha sido muy enriquecedor. Muchas veces no nos acercamos por desconocimiento, a veces es por prejuicio o lo que sea, pero simplemente, ¿cuándo se nos habló en la escuela de la India o de China o de Japón o de culturas europeas? Para no ir más lejos. Lo que depara del descubrimiento de estas culturas, en especial de la India que es riquísima, es inagotable. Es algo que me abrió un universo, junto al que ya tenía de una tradición grecolatina, entrar en el mundo de la India amplía mucho la visión de la existencia; el politeísmo, la profundidad filosófica desde tiempos muy antiguos. Esto sin detrimento de la filosofía griega, que es también extraordinaria y que coinciden en muchos puntos. Pero siento que en la India se llevó más lejos. Con una visión como la de la reencarnación, la cual también estaba en Grecia; además, Platón la aborda y termina La República con una parte de un diálogo donde se habla de este tema. Y eran también ideas que tenían Empédocles, Pitágoras y otros; todo el orfismo. No es algo que fuera ajeno, pero sí que acabó, para nosotros, con el cristianismo. De una manera también un poco injustificada porque hay corrientes judías que hablan de la reencarnación. Y el mismo Jesús, en el evangelio de San Juan, dice sobre el Bautista que era encarnación del profeta Elías. Entonces, el contacto con estas culturas te hace reflexionar en torno a todos estos temas.
Existe todo un mundo de sensaciones, aromas, al interior de su obra: briznas de anís, musgo suave, hiedra, piedra, aguamiel, inciensos, alcanfor, lluvia, alientos, golpes de puertas, olor de jazmín: ¿ha sido la poesía una suerte de testimonio de su paso por la vida?
Siempre lo es. Yo creo que, aunque no esté narrando la historia personal, toda poesía es de algún modo una autobiografía del poeta, porque pasa por ese cedazo de su percepción, de su sensibilidad, de sus sentimientos, de su concepción del mundo, incluso todo aquello que quién sabe de dónde venga, quién sabe qué diga, pero es lo que él convierte en poema. Y solo se puede convertir en poema pasando a través de sus puntos de vista, entonces sí hay algo muy personal de cada poeta en sus obras, aunque no hable de su vida.
Al ver su amor por Grecia y las culturas ancestrales no podemos evitar la alusión al gran helenista Alfonso Reyes. ¿Cuáles fueron sus primeros contactos con la obra alfonsina?
Yo conocí Grecia a los 12 años, no físicamente, pero le pedí a mis papás que me compraran un libro de mitología griega. Y lo estudiaba más que las cosas de la escuela, me apasionaba. Viendo mis papás ese gran interés, planearon que fuéramos mi mamá y yo, pero mi mamá se fracturó un pie y ya no hubo viaje. Fui a Grecia por primera vez, casi 40 años después, cuando tenía 51 años. Temía mucho que la hubiera idealizado pero superó todo lo que había yo esperado. De hecho, salieron cuatro libros de poemas de muchos viajes a Grecia que he hecho. Y por otro lado, no podemos cerrarnos a todas las tradiciones prehispánicas porque estamos hechos de parte de todo eso.
Entonces mis primeros encuentros con la obra de Alfonso Reyes fueron cuando tenía 15 años. Leía más entonces que ahora. Tenía más tiempo y más curiosidad. Leí Visión de Anáhuac y no sé qué tanto habré entendido pero me gustó mucho, recorrí en sus libros la mitología griega, el conocimiento profundo, y esto nutría más el interés que ya tenía. Me encantaba porque, además, lo que agarre uno de Alfonso Reyes está magistralmente escrito, tan bien escrito que es un placer, y lo atrapa a uno. Es importante buscar nuevas maneras de que los jóvenes se acerquen a su obra porque la lectura de Reyes los va a enriquecer siempre.
¿Tiene usted un bisabuelo de Monterrey?
Sí, de la línea paterna. El padre de mi abuela paterna es el doctor Miguel Barragán, primo de don Rodolfo y don Manuel. Casi no conozco a los ya muy distantes primos que puedo tener, pero ahí está esa raíz regiomontana. Mi apellido Cross es originalmente inglés, ya muy, muy lejos porque hay datos en un libro de que a principios del siglo XVIII estaba ya el abuelo de mi tatarabuelo Cross, establecido en Carolina del Norte o del Sur. En alguna de las Carolinas. Así que fue una migración muy temprana a los Estados Unidos. Vivieron en Nueva Orleans y terminaron emigrando a México, a Matamoros. Y Anzaldúa, mi familia materna, era de Matamoros. Mi abuela nació ya en Matamoros. Y yo casi todos los días les agradezco eso, haber nacido de este lado de la frontera.
Su obra ha sido incluida en diversas antologías y traducida a varios idiomas, es hermoso escuchar, por ejemplo, sus poemas leídos en la voz francesa de Corine Chevarier, ¿cómo le suena escuchar o leer sus propios poemas en un idioma ajeno, sigue sintiéndolos suyos?
Sí, aunque hay idiomas que no puedo juzgar como el alemán, pero sí he podido leer traducciones al francés, al inglés, al italiano y han sido buenos traductores. Y he tenido la suerte de que fueran personas receptivas a las que pudiera yo hacer alguna sugerencia. Recientemente me llamó mucho la atención una mexicana que vive en Quebec, Ana Cristina Zúñiga, y tradujo al francés un libro mío, una antología que se llama Inflexiones de la luz, son poemas sobre pintura, escultura, obras de arquitectura, y arte en general, su traducción era excelente. A mí me llamaba la atención que, no siendo de habla francesa, cómo podía mantener toda una serie de secuencias rítmicas extraordinariamente trasladadas, y ese libro acaba de estar entre los finalistas del Premio Mallarmé en París, no ganó pero fue mucho y creo que hay un gran mérito en su traducción. Otra traducción que sí ganó un premio del Ministerio de Bienes Culturales en Italia al mejor libro y traducción, fue Bomarzo, el poema surge de una imagen de los jardines de Bomarzo, un lugar de Italia, pero luego habla sobre otras cosas. Lo maravilloso es que las traducciones dan a tu obra otras posibilidades de lectura.
¿Cómo confluyen sus mundos –la filosofía, la docencia, la escritura, la meditación–, en la persona que usted es?
Creo que están muy interconectados, si no, no podría con ellos. Mucho de lo que he dado de clase, seis series de cursos semestrales que son una introducción de la filosofía de la India, otros seis sobre las religiones antiguas del mundo mediterráneo, lo que se llamó concretamente cultos mistéricos, y un seminario de mitología comparada, todo eso nutrió partes de mi poesía. Y también mi poesía me ha ayudado a interpretar algunas cosas con el debido rigor de constatarlo con investigaciones. Todo se ha complementado porque si no, me hubiera vuelto loca.
En su obra encontramos la soledad, la ausencia, la pérdida (esa pérdida que encontramos también en voces como las de Luis García Montero, Piedad Bonnet…); ¿en su caso, el dolor y la pérdida han sido también inspiración?
Creo que está más presente en mis primeros libros. En el primer libro que publiqué de manera más formal, La dama de la torre, está muy presente la pérdida; la ausencia, ha estado en otros libros. Perdí a una hija hace 16 años, a amigos… y han salido poemas incluso en Isla Negra que son casi cantos funerarios, por ejemplo, a uno de mis maestros más queridos que fue Ramón Xirau. Y algo muy inesperado para mí que fue la pérdida reciente de mi mejor amigo, el poeta Ursus Sartoris: yo le había dedicado un poema, la descripción de un vaso griego que se llama el vaso de Exequias, el pintor del siglo VI a. C., y es un Dionisos que va en un barco y hay muchos delfines alrededor, todo eso tiene que ver con un poema de los llamados poemas homéricos que narra cómo unos piratas terrenos secuestraron a Dionisos para pedir un rescate, y él los convirtió en delfines, entonces me encantaba porque este amigo y compadre Ursus era un ser como muy dionisíaco. Tiempo después durante un congreso visité la Gliptoteca de Munich y vi por primera vez en mi vida físicamente ese vaso que conocía solo de ilustraciones donde ponían el Dionisos, pero no conocía el reverso, y allí lo tienen en alto, en una urna, y uno puede ver lo que está en las orejas y abajo del vaso que son puras escenas de muerte, son guerreros a los que están traspasando lanzas. Entonces repasando ahora Isla negra voy viendo que ese poema quedó entre otros poemas funerarios y que mi compadre no se escapó de la muerte, que lo atravesó una lanza en el corazón porque murió de un infarto. Había una predestinación en ese poema que yo no pude ver.
También ha escrito mucho sobre el amor.
Sí, he escrito varios libros de poemas sobre el amor, y mi próximo libro, que se va a presentar en la Feria Internacional del Libro de Monterrey, es un libro de poemas de amor; le quité un subtítulo que decía Canciones de amor porque me parecía excesivo, pero lo divertido es que esto lo presente yo casi a los 80 años que cumpliré en unos meses.
Usted ha hablado de que prefiere ver personas, en lugar de sociedades en conjunto y pienso que eso es bueno para evitar estereotipos, generalizaciones, marginación, ¿qué aconseja a los estudiantes actuales de nuestras universidades, para posicionarse de una manera más creativa, propositiva y amorosa frente al mundo de hoy?
Que tengan pensamiento crítico, que se acerquen al arte, a la cultura, y a la lectura; que aprendan a pensar por sí mismos, a valorarse, no de acuerdo a lo que dijo cualquier influencer e ir detrás como si fuera cuestión de vida o muerte –que ha sido ya cuestión de vida o muerte–; entonces que se cuiden, del celular en primer lugar para no dejar que les corroa la imaginación, la creatividad, la profundidad, la inteligencia. Y no solo a los jóvenes, a los viejos también. En Suecia, que es un país muy avanzado, acaban de prohibir el uso de celulares y computadoras en las escuelas para que los niños desarrollen la concentración, la capacidad de comprensión lectora, la escritura manual. Y ahí están con sus bolígrafos y sus cuadernitos haciendo planas, como hacía la gente de mi generación cuando éramos chiquitos. Porque es un arma de dos filos, claro que es fantástico poder tener la información que uno necesita solo con teclear tantito, pero al mismo tiempo, causa estragos si no se modera su uso.
Vive en Cuernavaca, esa ciudad primavera, ¿cómo es vivir y crear desde allí?
Maravilloso, yo creo que por eso don Alfonso estaba fascinado de estar allá; bueno, estaba mal del corazón, le recomendaron que se fuera a Cuernavaca, que tiene más de 700 metros menos de altitud que la Ciudad de México, y es mucho mejor para alguien que tiene un padecimiento cardiaco como el que él tenía. Pero es un buen lugar, el clima y todo. Yo, por ejemplo, sí tengo una disciplina diaria de trabajo, pero tengo mucho trabajo académico, de ensayo, de investigación, no siempre implica la poesía. De hecho, para escribir poemas no sé dónde los voy a escribir nunca, dónde van a salir, en la casa y en un escritorio con tanta cosa pendiente, no puedo. Entonces siempre me voy a trabajar mis poemas fuera de la casa, me voy a desayunar a algún lado, corto con los pendientes y me quedo ahí en la terraza de algún restaurante.
¿Asume de manera distinta el acto de reflexión que posibilita el ensayo?
Es otro canal completamente, y pone en juego capacidades distintas, no es que uno corte ninguna, pero enfoca toda su perspectiva desde otra mirada, que no es la misma en un poema que en un ensayo, aunque todos concurren al final.
¿Y en qué está trabajando ahorita?
En el ejercicio de una lectura iconográfica de unos murales de tema dionisiaco, que son fascinantes. Los murales son bellísimos. No solo la mejor pintura de Pompeya, sino de todo el imperio romano. Es extraordinario. Es una serie de diez murales que están en una villa que se llama Villa de los Misterios, un recinto pequeño. Lo han ligado a cultos dionisiacos y es lo que yo quiero ver. Yo he dado un semestre de clase sobre mitos y cultos dionisiacos. Entonces me he asomado un poco a este tema. Y quiero ver en qué medida los murales están reflejando estos elementos desde la raíz griega antigua.
El compromiso con su trabajo y su arte se ha reconocido con galardones como el Premio Poestate (2015), el Premio Iberoamericano “Ramón López Velarde” (2019) y el Premio Internacional “Alfonso Reyes” (2023), entre otros, ¿cómo los recibe?
Con mucho agradecimiento realmente, por la poesía misma más que por mí.
En el curso de casi ocho décadas de vida, ¿qué le ha dado la poesía? ¿Cuál ha sido la función implícita de su escritura?
Ha sido fundamental la poesía, ha tenido incluso una función de autoconocimiento, yo te podría decir que es algo que me ha acompañado toda mi vida y que es de lo que me he sentido más cerca siempre en cuanto a una actividad, una vocación, un ejercicio.

Suplemento cultural El Ventanillo
Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria
Universidad Autónoma de Nuevo León

