Por Ciro J. Martínez
Una de las cualidades de la poesía es que tiene libertad de explorar cualquier aspecto del mundo, frecuentado o no, desgastado o no, cualquier tema está abierto a la poesía. Se puede hacer brotar la poesía a través de una planta, en varios sentidos; de una tradición, de una fiesta, de un sueño, de un pensamiento, de un mito. Éste último ha tenido grandes exponentes en la tradición poética de cualquier lengua, como son el caso de Minerva Margarita Villarreal, con De amor y furia. Epigramísticos, o Las sirenas de abajo. Poesía reunida (1982-2022), de Aurora Luque. Aquí nos compete hablar en concreto de la obra de la poeta española Aurora Luque, y cómo el mito convive dentro de su obra poética.
En la poesía siempre existirá un símbolo o una imagen que se frecuente mucho, en el caso de Luque, el mar y el mito son sus dos tropos más visibles. Es una forma de retomar lo viejo, lo rebuscado, para darle un nuevo significado, un diálogo con el presente:
Los mitos nos enseñan, Medusa, a habitar mares.
Tengo una casa, pero tengo los mares
cuando amo los mitos. (p. 119)[1]
Este fragmento del poema “Mar de Argónida”, del libro Gavieras, puede definir la poética de Luque: los mares son el mundo poético en el que abunda el mito. En la reciente edición de la UANLeer Aurora Luque presentó una clase que tituló El mito como recurso en la escritura del poema (revisión, reciclado, diálogo y microépica), en la que citó estos versos antes mencionados para decir después que se requiere de una “deconstrucción y reconstrucción para su uso en nuevos poemas o poéticas”. El mito es un recurso de la escritura, cosa que podemos ver a lo largo de su obra, incluso en este fragmento con la mención de Medusa, un personaje de la mitología griega con una variedad de versiones en su historia: una mujer que fue violada y convertida en monstruo como castigo. Luque busca reinventar el mito y lo comenta desde nuestro presente:
—Medusa, qué corales nacieron de la sangre
de tu pelo reptil, de la cólera roja de saberte
moribunda y vencida. Medusa, es hora ya
de anular tu mirada de piedra, tus serpientes.
Desencriptar la fábula que hundieron en el fondo,
robar contigo música del mar.
Y aquí, después del canto,
que la mar nos archive en su destino. (Ibid.)
La creación poética siempre se vale de una gran cantidad de recursos que difícilmente podremos clasificar. Sara Teasdale recurría a la naturaleza, a sus emociones, a cuestiones sociales, a cuestiones míticas, y así nacieron libros como Helen of Troy and other poems, Rivers to the Sea, Flame and Shadow, entre otros. En el caso de Aurora Luque encontramos una obra en la que abunda el mito, el lenguaje comercial, la musicalidad del lenguaje, referencias literarias a autores de gran influencia, como Marguerite Yourcenar, Renée Vivien, Emily Dickinson, Pablo Neruda, Francisco de Quevedo y Luis Cernuda. Un ejemplo de esto, tanto el mito como las referencias literarias y el recurso del lenguaje comercial, está en la serie de poemas bajo el título “Anuncios”, dentro del libro Camaradas de Ícaro (2003):
Vendo rocas de Sísifo,
añeja, bien lustrada,
llevadera, limada por los siglos,
pura roca de infierno.
Para tediosos y desesperados,
amantes de lo absurdo
o para culturistas metafísicos.
Almohadilla de pluma para el hombro
sin coste adicional. (p. 350)
…
La vida es una empresa laboriosa:
veinte segundos de ficción en pie
y una tenue canción desesperada.
Somos microrrelatos que caminan:
Soy No-fui, No-seré, No-soy cansado.
Vivir es patinar breve jornada.
Sólo soy los anuncios que he tragado. (p. 351)
En el primero encontramos la referencia directa al mito de Sísifo y la roca que debe cargar como castigo por hablar o actuar (variedad de versiones del mito). Es un comercial para los que conocen y admiran el mito, y una posible referencia a los lectores de Albert Camus. En el segundo que anoto —el quinto poema de la serie “Anuncios”— encontramos dos referencias intertextuales: Pablo Neruda y Francisco de Quevedo. La primera estrofa tiene una referencia directa al título conocido, pero hace unos cambios que resignifican el sentido: Neruda hace una declaración de sentimiento y Luque, una declaración de realidad:
Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Veinte segundos de ficción en pie y una tenue canción desesperada.
Es una respuesta a la obra de Neruda, una resignificación de lo que hace, una apropiación y una modificación, un diálogo intertextual: el amor del poema, una ficción concreta; la canción es una tenue canción de desesperanza. Lo mismo sucede en Sendero de suicidas, de Rubén Rivera, que entabla diálogo con poemas de poetas suicidas —pero eso es tema para otra futura reseña.
En la segunda estrofa del poema encontramos la referencia a Quevedo —que viene del soneto “¡Ah de la vida!”… ¿Nadie me responde?—, en concreto, el último verso:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
Soy No-fui, No-seré, No-soy cansado.
Lo que hace Quevedo es declarar el que fue y el que será, es la brevedad del tiempo, que nos puede remontar al Carpe Diem de Horacio. Luque hace lo contrario: al mencionar “microrrelato” en el poema, hace ver que la vida es una ficción, una mentira, una vida deshonesta con uno mismo, por eso la voz poética niega el fue, el será y el cansado.
La poesía, además de referencias intertextuales a través del mito, explora temas como el erotismo y el deseo de la humanidad. Un ejemplo donde podemos ver el deseo y el erotismo está en el poema “Carpe noctem”, del libro Problemas de doblaje (1990):
Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo
ciego como adivino,
los racimos del pubis y las constelaciones,
el romper y romper
de besos con dibujos de olas y espirales.
Miles de arterias fluyen
mecidas como algas. Carpe mare.
Seducción de la luz,
de los sexos abiertos como tersas actinias,
de la espuma en las ingles y las olas
y el vello en las orillas, salpicado de sed.
Desear es llevar
el destino del mar dentro del cuerpo. (p. 509)
En la poesía de Aurora Luque hay una imagen que se frecuenta mucho: el mar —mare en latín—, que es, a su vez, la representación del deseo, aquello que corre dentro del cuerpo. El cuerpo es la vida, el mar es el deseo, el deseo nos lleva a aprovechar la noche, a aprovechar el mar, el deseo, el instante. Horacio dijo “carpe diem quam minimum credula postero”, y Aurora Luque dice “Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo”: esto es el diálogo con una tradición, una nueva perspectiva del mundo: representación del deseo con imágenes de la naturaleza, una forma de ver, percibir, contemplar y sentir la vida.
Lectores, lectores de poesía, en esta larga variedad de títulos —Hiperiónida, Problemas de doblaje, «Carpe noctem», Transitoria, Camaradas de Ícaro, Haikus de Narila, La siesta de Epicuro, Personal & político, Gavieras y Un número finito de veranos— encontraremos una forma de vida, una vida en la que el mito camina y habla para nuestros días:
Carpe diem, mei amici, et multa carmina ad vitam.
[1] Todos los poemas citados son de Luque, A. (2023). Las sirenas de abajo. Poesía reunida (1982-2022). El Acantilado 462. Acantilado. Barcelona, España.