Epístolas entre Madre e Hija

Título disponible en la Sala de Literatura.

Por Ricardo D. Aguirre Garza

Para Haydée.

Voy a hacer un rastreo muy superfluo, un apunte demasiado aventurado, quizá erróneo y hasta equívoco, pero que me parece interesante comentar.

Es bien sabida la relación de Mary Wollstonecraft y Mary Shelley: madre e hija, el detalle comienza cuando la primera fallece para darle a luz a la segunda; murió la filósofa, que después se consideraría como pionera en los estudios de la mujer y el feminismo, para darle la vida a la escritora, la literata creadora de una de las obras góticas más importantes de la historia: el monstruo[1].

Pareciera como si la herencia materna, el espíritu de la madre en la hija, se manifestara en las hojas del Moderno Prometeo,y me atrevo a decir que sí es así. Sabemos que la Hija fue una admiradora de la Madre, no solo por darle la vida, sino por su pensamiento y la forma de analizar al Ser Humano. Pero ¿dónde dialogan la Madre y la Hija a través de sus letras?

Casi como si fuesen unas epístolas dirigidas al futuro, a su Hija, Mary Wollstonecraft en Vindicación de los Derechos de la Mujer reflexiona sobre el papel de su género en la sociedad: las cuestiones culturales, sociales, la exclusión del sexo de las jerarquías, etc. Sin embargo, el primer y más claro indicio de diálogo es a través de El paraíso perdido de John Milton, donde la Madre comienza a contrastar las figuras de la obra poética con lo social, inclusive cita la objeción de Adán ante su creador del libro octavo:

¿No me has hecho aquí tu representante? ¿No has ordenado que esas criaturas estuvieran colocadas en una categoría muy inferior a la mía? Entre seres desiguales, ¿qué sociedad, qué armonía, qué verdadera delicia puede existir? Todo lo que ha de ser mutuo debe darse y recibirse en justa proporción; pero faltando esta igualdad, si el uno está muy elevado y el otro siempre rebajado, no pueden concertarse mutuamente, sino, por el contrario, llegan a hacerse igualmente molestos entre sí. Yo quiero hablar de una sociedad tal cual la busco, capaz de participar de toda delicia racional

A partir de esto ella sigue reflexionando sobre la mujer en la sociedad y la desigualdad, no obstante, en la novela de la Hija desde el epígrafe encontramos una cita del mismo libro: ¿A caso te he pedido, Hacedor, que de esta arcilla me hicieses hombre? ¿Yo te he rogado que me alzases de las sombras? Además, de que más delante en la lectura el mismo monstruo comenta haber leído a Milton y sentirse identificado con algunos personajes:

Me impresionaba la coincidencia de las distintas situaciones con la mía, y a menudo me identificaba con ellas. Como a Adán, me habían creado sin ninguna aparente relación con otro ser humano […] Pero yo me encontraba desdichado, solo y desamparado. Con frecuencia pensaba en Satanás como el ser que mejor se adecuaba a mi situación

Es evidente la comunicación entre Vindiciones… y Frankenstein a raíz del árbol genealógico y del diálogo entre las obras. No obstante, esto es algo claro y no esconde mayor misterio, pero no es aquí a donde pretendo llevar el rastreo, pues hay una directa relación entre las ideas de ambas autoras, que la Hija pareciera retomar de la Madre y, con ello, darle forma a la novela y el meollo de esta.

Primeramente, pongamos en cuestión un aspecto fundamental de la novela de Shelley: Victor Frankenstein, inspirado por sus estudios científicos y de la Filosofía de la Naturaleza, construye, a partir de profanar tumbas y desmembrar cuerpos, a un ser al que pretende darle vida, lo cual logra. Este experimento nace, según el verdadero monstruo, a partir de haber observado cómo un relámpago cayó del cielo destruyendo y quemando un árbol. La parafernalia es clave: el fuego que proviene del cielo, la chispa de la vida, la exhumación como acto de creación y el despertar de El Mal, aunado por su puesto, al subtítulo mítico de la obra: Prometeo.

La unión de estos elementos no es algo nuevo, ni siquiera su tratamiento, pues es bien sabido que Víctor Frankenstein, el verdadero monstruo, ha incumplido las leyes divinas (la de la creación) y las leyes humanas (la del respeto a los muertos) y ha cometido una desmesura, un exceso, una Hybris. Y, como tal, debe ser castigado.

Ahora bien, esas figuraciones parecieran haber sido desarrolladas por un espíritu materno, parecieran haber tenido su origen en el texto de Wollstonecraft y haber sido heredadas por Shelley, como la vida misma, pues en el Capítulo 1. Consideración sobre los Derechos y Deberes que Conciernen al Género Humano la Madre filósofa reflexiona sobre La miseria que ha emanado de la monarquía, las riquezas y los honores hereditarios y en cómo esta alta jerarquía hace todo lo posible por justificar sus bienes, tanto así que

El hombre se ha mantenido tan independiente del poder que lo creó como un planeta sin ley que se lanza desde su órbita para robar el fuego celestial de la razón, y la venganza del Cielo, oculta en la sutil llama, como la malicia encerrada en Pandora, castigó de modo suficiente su temeridad con la introducción del Mal en el mundo.

¿No es acaso esta cita de Mary Wollstonecraft una síntesis del conflicto general de la obra de Mary Shelley? ¿No es acaso que Wollstonecraft encuentra la desmesura de la monarquía y Shelley la retoma para darle el rostro de Víctor Frankenstein? ¿No es acaso que a través del rastreo de las ideas de la Madre entendamos que el mal llamado “monstruo” de la Hija no es la criatura sino el creador y, por su puesto, los valores que representa?

Vindicación de los Derechos de la Mujer se publica en 1792; Frankenstein o el moderno Prometeo se publica en 1818, pero ambos textos cargan con la misma sangre, ambos textos dialogan entre sí como la Madre y la Hija no pudieron lograrlo en vida, ambos textos continúan murmurando a pesar de los siglos y nosotras y nosotros tenemos la obligación de escuchar ese dialogo familiar.


[1] También un hijo, pero hijo de un verdadero monstruo: Víctor Frankenstein

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