Coacción del singular
La pérdida de calma le sucede al individuo.
Si estamos, los relámpagos retroceden
la temperatura se dispersa entre los otros.
No aterroriza la silueta de calor en la ventana.
Ya se abordó el ensimismamiento con rastreadores.
Señalamos la desconexión con el entorno;
la ceniza no vuela en ambientes tranquilos.
El estímulo vaga. No encuentra forma.
Las membranas generan reacción en moléculas inconexas.
Aprendieron a huir del dolor antes del desarrollo lingüístico.
Coacción del singular. Su respuesta es desprenderse.
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Presenciamos su desdoblamiento.
La múltiple instalación del ser en identidades.
Si está solo se refleja como mancha sobre el vidrio.
Palpa su rostro para desconocer el nuevo.
Sin cicatrices no puede nombrarse.
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La evolución acorta la distancia entre el resto a través de falanges.
Si observamos, se contrae.
Cojea si corre a abrir la puerta.
Ante el miedo, su única reacción es respirar.
El pronombre entorpece el experimento.
Imposible nombrar la falta.
Inquieta el nulo intercambio,
la transformación de huecos en verdades
donde crece un hongo sin respiración.
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Autorretrato de las menudencias
Reconoce más de sí en un plato de mollejas que en las fotografías.
Es más de encontrarse en el parpadeo frente al relámpago
que de la atención y el vistazo directo a la cámara
más del cuerpo atrapado entre poste y llanta
tras enfocar la atención en el espejo retrovisor.
Es ahí donde reconoce la sombra antes de perderla
el reflejo de un rostro en una ventana abierta que se mueve por el viento.
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Cretino
Billy Bob confundió el miedo a estar solo con amor y compró una lagartija.
Confiaba mucho en la lucidez que da la fiebre
y enfermaba para no compartir su verdadera risa.
Dejó de romantizar su dolor al desenterrar el cadáver de un ahogado.
Decía que “las fobias no se superan con la razón” antes de sufrir un trauma.
Observó sus propios ojos hasta sentir que podía sacárselos.
Aprendió del desapego la primera vez que jaló la cadena del baño.
Lloró cuando las fake news mataron a Chomsky porque su primera palabra fue “mío”.
Buscó dentro de sí para encontrar el amor.
Encontró bilis, emociones que todavía no puede asimilar,
motivos suficientes para acariciar a su mascota y verla sonreír.
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El parricida del pueblo bebía solventes, pero era una gran persona
Dios no lo abandonó nunca.
No se presentó en casa el día de su cumpleaños.
No estuvo en el baile del 20 de noviembre.
Jamás aprendió a rasurarse.
No sabía declarar impuestos.
Se reía cuando lo insultaban.
Deseaba que olviden su pobreza y lo vieran magnánimo.
Opinó demasiado sobre cosas intrascendentes.
Sólo sabía ser amigo ofendiendo al resto.
No tuvo permiso del estado para adoptar un gato.
Hizo explotar las tuberías en un congreso de filántropos.
No sabía escoger la ropa que iba a usar y se burlaba de quienes aún vivían con sus padres.
Pegó recortes de la sección deportiva en el espejo de su baño.
Reconoció su ausencia y la compensaba con paros cardiacos.
En el final de su vida estuvo muy ocupado
tratando de meter el hilo en el ojo de una aguja
para suturarse la raja del culo y no parecerse a nosotros.
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A propósito del oficio
¿A qué se refiere cuando dice escritor serio?
No sé si son las cicatrices
lo que señala si mi ropa
le parece provocadora o los comentarios
más que infantiles le parecen
fuera de lugar. Es en el poema
donde me siento escuchado.
Perdóneme por decirlo así,
no encuentro otra manera.
Sucede que el aire
se me escapa entre las sílabas
y este microondas
me pudre la comida.
Aunque la guarde
en el refrigerador durante meses
cada que caliento mi cena
tiene un gusto terrible.

Alexandro Castro (Ojinaga, Chihuahua, 1996)
Es autor de Eróstrato (PECH, 2019). Textos suyos aparecen en Otras voces nos agitan (Capítulo Siete, 2019), Lectura Marina: Archipiélago (Tulipes, 2024) y en diversos medios como 3Pies, Carruaje de Pájaros, Grafógrafxs (UAEM), Hormiguero de Poemas, Los demonios y los días, Luvina (UDG), Periódico de Poesía (UNAM), Revista Plástico, Santa Rabia Poetry (Perú), entre otros.