La tejedora de aves

Remedios Varo, "La creación de las aves", 1957.

Por Alexandra Domínguez Amaro

Mi deformidad es algo que me causa mucha inseguridad. No sé cómo mi mamá pudo tenerme, educarme y enseñarme a volar sin que ella tenga alas… En la infancia cada plato que recibía era más asqueroso que el anterior, no podía negarme porque eso significaba un encierro. Cuando hacía eso me abandonaba por minutos, horas, hasta días… Siempre esperaba que ella cambiara, que me demostrara amor, quizá algo de cariño…

 

Él brinca por todo el patio. Extiende sus alas para empezar a volar; sin embargo, cuando me ve se detiene para acercarse a mí.

–Mami, ¿ya me dirás cuál es mi sorpresa?

Su gran pico que le crece a cada segundo es un fastidio, solo habla y habla haciendo que me provoque más dolor de cabeza.

Sigue mirándome, pero todavía no le puedo decir… Tengo que hacer que se emocione más.

–No corazón, puede que el día de mañana te lo diga…

Su mirada se profundiza cada vez más, extiende sus alas para volar.

Los vecinos nunca son los mismos porque cada tres años cambio de rumbo… Siempre es el mismo miedo de que todo salga mal y tenga que iniciar de cero, después de tantos años de estar haciéndolo… Tengo una foto con cada uno de ellos. Son recuerdos que quiero conservar de cada una de sus miradas: 26 fotos y él será el número 27… Cada uno ha formado parte de mí, y los valoro; pero hay veces en las que se trata de elegir si tu bienestar o el de los demás. Siempre, cada tres años, escojo el mío. La vida es corta y problemática, sin embargo, cuando es larga aprendes a disfrutar y a soltar…

Entro a la habitación con mucho cuidado para no despertarlo. Aunque está dormido hay que tener cautela. Nada puede salir mal. Tomo su almohada y la presiono contra su cabeza, cada vez pongo más fuerza. Hasta escuchar el tronido de su pico que se ha quebrado. Él patalea y escucho unos leves sollozos. Cuando deja de hacer todo su escándalo, retiro la almohada. Está intacto, la única diferencia es su pico. Lo saco del cuarto poco a poco, arrastrándolo por todo el pasillo hasta llegar a la habitación y poder empezar…

Lo dejé un día ahí para que fueran exactamente los tres años. Él está recostado en el piso sin movimiento, sus ojos verdes solo me miran. Él no se inmuta en realizar algún escándalo o siquiera intenta escapar, solo permanece acostado en el piso.

Lo sostengo, sigue mirándome con lágrimas en los ojos.

–Mami, quiero agua…

Vuelvo a soltarlo dejándolo caer, se pega contra el piso haciéndose bolita para empezar a llorar. No lo van a escuchar, me preparé para esto y preparé esta casa para que él no pudiera salir…

Solo faltan unos minutos para poder iniciar, me acerco a mi máquina de coser y veo los trozos de los demás…

Empiezo a preparar todo, cada hilo que ponía me recordaba a cada hijo que tuve: sus sollozos, sus súplicas, el miedo que me tenían era algo que me alimentaba para poder seguir haciéndolo. Ahora es su turno.

Lo tomo lentamente, está tan deshidratado y tiene tanta hambre que no puede ejercer fuerza para librarse de mí. Lo pongo sobre la máquina de coser y empiezo a quitarle pluma tras pluma, cada una es necesaria. Ya cuando le quito la mitad de sus plumas de todo su cuerpo, saco la aguja agarrando el hilo azul para poder iniciar a coser encima de él. Pero antes de acabar, necesito tomarle la foto para que sea el número 27…

Él llora y llora, y las lágrimas no dejan de correr. Ya ni siquiera me voltea a ver, y no me dice que pare. Él está resignado a su destino…

 

Me siento feliz, me siento renovada. Mi nuevo huevo está a punto de romper su caparazón. Cada tres años tomo la vida de un hijo mío para poder llenarme de vida y jamás conocer la muerte. Ellos están en mí…

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Alexandra Domínguez Amaro (Tierra Blanca, Veracruz, 2007). Es una estudiante en crecimiento dentro de la Facultad de Contaduría Pública y Administración (FACPyA) de la Universidad de Nuevo León. Actualmente, se encuentra cursando el primer semestre de la carrera de Negocios Internacionales, una disciplina que cultiva su interés por la comprensión global y las estructuras complejas. Pese a su enfoque académico en las finanzas y el comercio, ha demostrado una marcada pasión por la creatividad y la narrativa. Su inclinación por la literatura y las historias la ha llevado a explorar la escritura como un medio esencial de expresión. Entre sus referencias literarias, destaca su profunda admiración por la cuentista mexicana Amparo Dávila.

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