Por Ricardo D. Aguirre Garza
No se amolden al mundo actual,
sino sean transformados mediante la renovación de su mente.
Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios:
buena, agradable y perfecta.
Romanos 12:2
Este año el filósofo y ensayista español, Miquel Seguró publicó en la Editorial Herder La seducción del encanto: un libro que plantea una reflexión entorno al desánimo moderno y una suerte de respuesta a esa problemática. Él apunta que el encanto es una necesidad vital del ser, y que lo hemos construido en la grandeza de las empresas históricas, sin embargo, esta segunda década del siglo XXI ha disminuido nuestra capacidad de encantamiento; pero al ser una pulsión humana lo buscamos hasta en lo cotidiano, con la constante duda de si será posible volvernos a reencantar con algo en el mundo.
Hacia el final del libro, el mismo Seguró retoma las ideas de la dialéctica histórica para enfocarse en el posible retorno de un valor fuertemente medieval y revisitado en la Modernidad: la Religión. No obstante, la misma Editorial Herder, como una invitación a la lectura en sus redes sociales, ha señalado un puente de unión entre esta reflexión y La Rosalia con su nuevo álbum Lux, preguntándose lo siguiente: “¿Vuelve lo religioso en el siglo XXI?“
La editorial captura apartados del libro y subraya frases como “Es posible que el siglo XXI sea el siglo del resurgimiento de lo religioso”; o “El retorno de la religión es una expresión directa del deseo de religación y de vinculación con algo más que la sola sustancia del ego”. Ese regreso y búsqueda de un acompañamiento del ego, esa forma de querer encontrar lo trascendental aún y en lo cotidiano es también una suerte de desesperanza, porque el ser solo ya no se sostiene a sí mismo, necesita una especie de apoyatura, tal como la define el Dr. Gabriel Gallegos en su tesis El mal-estar de la cultura anaclítica. Reversus de Narciso y Eco en el siglo XXI; pues las tecnologías son ese tipo de sostén físico-social, mientras que lo religioso será una muleta espiritual-moral.
Ese retorno a la mística religiosa ya era previsible en la iconografía de Mr. Morale & the Big Steppers de Kendrick Lamar, así como desde la poesía de tintes neomísticos o también conocida como estética postsecular de poetas como Elsa Cross, Esther Selihson o Gloria Gervitz, entre otras y otros[1]. Sin embargo, es a partir de Lux y su iconografía a través de los cuales La Rosalía (o mejor dicho Santa Teresa 2.0) ayudará a colocar la experiencia neomística y el nuevo éxtasis religioso en un espacio mucho más visible, tanto para los países de habla hispana como para todo el mundo, pues el adelanto del álbum viene acompañado de artistas de otras latitudes, tanto geográficas como musicales, tales como Björk e Yves Tumor: la primera como un referente en la música alternativa y de vanguardia, mientras que el segundo como un nuevo giro a la experimentación electrónica.
La pregunta que lanza la Editorial Herder, a partir de La seducción del encanto y su visible relación con Lux carga ya una respuesta afirmativa. No obstante, nuestras reflexiones no deben caer en torno a ese retorno dialógico de lo religioso y todo su campo semántico, sino en la recepción social de este renacer estético, moral e ideológico, pues los recientes señalamiento de los incels, las tensiones armamentistas por tierra santa y el crecimiento de una postura entendida como conservadora parecieran también retrotraer ideas ya no solamente de corte religioso, sino de actitud medieval; parecieran reproducir ese deseo de religación y de vinculación, pues en un momento donde la aceptación de las diferencias se postula como la norma, para quienes no lo ven así las diferencias puede entenderse como una desvinculación de los valores, de ahí que su búsqueda de contener y revincular pudiera presentarse de forma violenta.
[1] Para un análisis más detallado revisar el ensayo Neomisticismo en la poesía hispánica postsecular. Contextualización y propuesta metodológica de Javier Helgueta Manso.

