mantra del lóbulo frontal
bien aventurados sean oh hermanos
seres magnánimos del multiverso
pequeños conejitos ponedores
larvas hermosas del verano
polinesios de colores epóxidos
sus cuerpos contorneados se alejan en la sombra
somos motas de polvo en la luz de la canícula
una mañana en un fraccionamiento del infonavit
abandonado
compilamos carroña que nos dejan otros buitres
otras bestias del cielo
no podemos con estas ganas de espejismo sobre el asfalto
el espíritu de la gasolina curveando el aire
no podemos con el polvo del Sahara estos días
el cambio climático el proyecto haarp
no podemos con estas ganas de lamer el sol
de masturbarnos por las noches viendo los cráteres de la luna
esta soledad en la loma que al final aullamos
esta sangre roja de la brama
estos colores encendidos del mundo
tu piel refulgente
tu aliento como rayo abductor
oh gran Dios pluricelular
gracias por el néctar que libamos
gracias por el deseo
gracias por el camino del cuello a la oreja
de la grupa a la glándula pineal
gracias por los bisontes que me traspasan en sueños
gracias por la tinta fresca entre los dedos
y los fluidos de los dioses en la inconciencia
gracias por tu ectoplasma verdadero
rey de los espectros
por el intercambio comercial en los puertos
las baratijas de China
que ablandan nuestro tedio
en esas tardes de catálogos infinitos
gracias por los callejones vacíos
con girasoles en las orillas
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1998
Para Obdulia y Aracely
No estábamos solos.
Pero nosotros creíamos que estábamos solos.
Nos hacían sentir solos.
Nos hacían creer que estábamos solos.
¡Pero nunca estuvimos solos!
Estábamos con nosotros,
nos acompañábamos.
Nos hacíamos presencia juntos.
Llenábamos nuestras vidas sucediendo.
Existiendo en los días pasando:
cada tarde de verano,
cada noche del invierno.
Los ecos de nuestras sombras
ralentizaban el tiempo,
nos hacían convivir con la inercia
y entonces
estábamos menos solos todavía.
El ruido de nuestros pasos,
el sonido de nuestras palabras en conversaciones;
todo confluyendo por los pasillos y los cuartos.
Nuestras vidas acompañándonos por el mundo.
El mundo
como un fragor que entraba por la ventana,
empujándote a seguir.
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Rimbaud y Verlaine
Para Diana
—pero no puedes negar lo feos que eran Rimbaud y Verlaine
—no me parecen feos. Sabe qué te guste a ti
—a mí los pulpos…los pulpos,
con todos esos tentáculos,
y sus tres corazones, su sangre azul
su tinta espesa;
la forma tan delicada
en que acarician a las actrices en los mangas de hentai
Pero te concedo algo,
al menos Rimbaud era joven,
—incluso yo diría que es feo normal
¡Pero Verlaine! ¡Verlaine es feo de verdad!
¡No se compara con los pulpos!
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Año 2000
Una tarde el me regaló el tiempo,
Era plateado y tenía vivos rojos y negros,
El número 2000 en las orillas
Una tarde de fin de siglo pasado
La angustia por el nuevo milenio
“¿Tú crees que se acabe el mundo?”
“No sé”, le dije a mi abuelo
Y me contó uno de sus últimos sueños;
bíblicos y apocalípticos:
los colores de un amanecer,
un rayo de luz fracturando el horizonte
Yo miraba el reloj entre mis manos
Filas de gente ante esa luz
“Nos vamos”, le dijeron,
“y si te quieres ir, fórmate también”
“Mira”, me dijo, “lo acabo de arreglar,
funciona perfectamente”
No supe en qué momento se detuvo,
pero fue mucho después de su muerte
Nunca me había dado nada,
pero aquella tarde me regaló el tiempo
y me contó uno de sus últimos sueños.
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José Luis Aguirre Aguilar (Monterrey, N.L.) Licenciado en Bibliotecología y Ciencias de la Información por la U.A.N.L. Es autor del poemario Una ciudad dentro del pecho (U.A.N.L. 2022). Textos suyos han aparecido en diferentes revistas locales y nacionales como Armas y Letras (UANL), Grafógrafxs (UAEMex), Punto en Línea (UNAM), Tierra Adentro, etc.