Dos poemas de Aldo Vicencio

In-sopor

languidez torva,

entre ceñidas costuras

desconozco la muerte

paladar, gusto a hierro,

                          la hoguera pequeña

                       donde mi cubil se calienta

sospecho que la muerte es más bien

un rostro signando la posibilidad

el abrigo de tierra

me llama grieta,

me llama serpiente y humedad mínima

                              | sobre el fiero frío,

todo el aserrín del carbón encendido |

pirita,

sorbos de leche caliente,

estoy adornado de collares y tiaras

                                                        [el renunciante sentado

                                                        es la figura geométrica

                                                      donde el horizonte y la altura se aparean]

tuve un escorpión que drenó mi inocencia;

la cama no volvió a ser cama

y ahora rezo febril

para que mi cuerpo permanezca terso bajo ella

no puedo negarme a morir;

probablemente no desfallezca del todo

cuando mi silla se incline y brinque

en cada sombra y en cada destello

cuando el eco de mis manos

sea unas semillas que crepitan con el aire

                                                                   [no seré yo quien duerma,

                                                                 sino ustedes me estarán soñando]

el todo nosotros,

aguijón, asiento y fuego,

en un nido de hielo perpetuo

enjambre de lunas

cada partícula

es la sofisticación de un rostro numinoso

efímero todo: solo incendios y reflejos

*

*

*

Asido en el sitio

lirio atrapado

en el mar

la terrible pasividad

                 de una ola

 

extensión de todo el vértigo

y el rumor de la impaciencia

estrujado, capullo de ortiga,

asido por el baile de una esfera

        el cascajo cósmico

         entre toda la tétrica claridad

[ festejo sin tiempo

luz de brisa,

reverso del horizonte ]

un suspiro en mis piernas desnudas,

 una mano en mi pecho frágil

       socorro físico, el placebo espiritual

                   para la renuencia a la calle

otra vez, torcido, paño enfurecido,

como una cintura de agujas animales

[centro]: la confrontación deseada

como la mirada, como la expectativa,

me entrego a un voto de violencia

                          | estupor, mis ojos no tienen párpados

¿qué es este acto de insumisión?

un código que se sigue, y se interpreta,

                                en el atrio de piedras llanas

en la oración de profundas vocales, decimos:

todo está aquí,

cuesta de ramas;

el cielo no es una ilusión

*

*

*

Aldo Vicencio (Ciudad de México, 1991). Poeta y ensayista, estudió la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es autor de Piel Quemada: Vicisitudes de lo Sensible (Casa Editorial Abismos, 2017), Anatolle. Danza fractal (El Ojo Ediciones, 2018), Púlsar (Ediciones Camelot América, 2019) y Tangram (Vitrali Ediciones, 2023). Su obra ha sido publicada en diversas revistas literarias, como Periódico de Poesía, Punto en Línea de la UNAM y Tierra Adentro (México); Literal, Latin American Voices (Estados Unidos);  Digo.Palabra.txt (Venezuela), Santa Rabia Poetry y Kametsa (Perú)); Cinosargo, Vórtice y Carcaj (Chile), Low-Fi Ardentía (Puerto Rico), AullidopenúltiMa y Zenda (España),entre otras.
 

Subir