La vegetariana: el rostro en el río

Del archivo personal de la autora.

Por Rocío Durán

Fue en una noche de febrero cuando Han Kang y Yeonghye llegaron a mí por primera vez de manera genuina y con la fuerza de una gran revelación. Después de haber pasado semanas luchando con el inconsciente, dentro de escenarios oníricos y con seres de quienes creía que no podían encontrarse más lejos de mí, por el simple hecho de que ellas pertenecían a una realidad creada desde la ficcionalidad, se me presentó por primera vez una secuencia totalmente abrumadora de pesadillas febriles que me sacudieron hasta la médula y dándome como resultado el haber despertado los recuerdos de catorce años atrás.

Dentro de aquella recesión, me encuentro conuna revelación incómoda que quería ocultárseme entre los pliegues de la piel, pues causa quese asome a la superficie una parte de mí que habría preferido ignorar. Justo ahí, dentro de mi subconsciente, en donde aún me cuesta ejercer respiración alguna y encontrar una parte de mí que no me horrorice parece imposible, en donde la violencia y mis recuerdos regresaban en papeles invertidos. Esa noche, era yo quien perpetraba un acto atroz. Gritaba y ellos también lo hacían: ellos de dolor, yo de algún sentimiento que me negaba a aceptar en el momento en el que el sobresalto me obligaba a abrir los ojos de par en par. La sangre que me ahogaba no era mía, era la de ellos; no tenía miedo, pero una felicidad que me susurraba desde la sombra le causó pavor a mi lado consciente. Miraba al suelo ignorando lo que se encontraba allí. Buscaba algo más, todavía más profundo. Buscaba aquello que me llevó a cuestionarme mi integridad, mi moralidad y mi humanidad por las siguientes semanas. Cuando parecía que se escapaba de mi vista, estaba ahí: mi reflejo en el río de vidas arrebatadas, mis ojos nacidos desde mis entrañas.

Despierto de golpe, el corazón golpeándome las sienes. Sin reconocerme, rechazándome y con una culpa inexpiable. Humanidad, crueldad, fantasías y traumas, podía sentirlos a carne viva, me emanaban de la piel en forma de pesadas gotas de pavor, me recorrían lentamente la frente como si de una corona se tratara.

A medida que aquellos sentimientos se alejan y comienzo a despersonificarme, a deslindarme de mi subconsciente, es que nace dentro de mí una persistente inquietud y con la mente aún en vilo, una pregunta resuena desde lo más profundo ¿Por qué he soñado eso? ¿Por qué he soñado con ellos? ¿He sido cruel?, ¿de dónde nace esa crueldad?, ¿Es el ser humano un ser cruel?, ¿Aquella crueldad es un aspecto inherente en nosotros, rezagos de animalidad que las normas sociales han logrado apenas reprimir?, ¿es bueno o malo?

La realidad onírica es en donde me encuentro con estas voces surcoreanas, en un espacio liminal. Las pesadillas han formado parte presente y vívida de mi ser desde que puedo recordarlas.

El sueño

Un sueño se convierte en el detonante de la purificación y la autodestrucción de Yeonghye, llega a ella una necesidad de deshacerse de todo rastro de violencia en sí misma, abriendo una grieta entre su ser y su vida.

Es sabido que dentro de la cultura coreana los sueños son señales divinas de buen o mal augurio. En mi pasado más ancestral, libre, animal y “des civilizado”, se cuenta que la caída del gran imperio fue precedida por sueños fatídicos interpretados como señales de descenso. Trascendiendo al individuo todo poderoso, los sueños y sus fatídicas interpretaciones lo llevaron a la ruina.

Freud los define como una manera de reprimir aquello que molesta, aquello que duele, afecta y a la vez incomoda su interpretación: “la vía regia hacia el conocimiento de lo inconsciente”; y Jung los encuentra como una interpretación de la imaginación del creativo de la recolección de información del mundo que nos rodea: “una pequeña puerta escondida en el santuario más profundo e íntimo del alma, que se abre a esa noche cósmica primigenia que fue alma mucho antes de que existiera el ego consciente”. Desde que he tenido capacidad de entendimiento, los sueños, que en su mayoría son pesadillas, han regido mis noches y negándose a ser de manera única un constructo de mi imaginario que atormenta por minutos y se esfuma para siempre. Al abrir las ventanas, siguen ahí tan vividos que puedo mirarlos a los ojos y reconocerme en ellos, los siento acechando desde el rincón de mi inconsciente hasta mi consiente:

La luz se enciende, te apunta directamente a la cara, entrecierras los ojos, mientras tu instinto trata de que los mantengas abiertos y atentos a la perpetua oscuridad que da la ilusión de tragarlo todo, incluso a ti, pero no lo hace. Escuchas el inquietante zumbido que parece querer colarse por debajo de la piel hasta los huesos. Tu boca pronuncia un “¿hola?”, pero no logras escucharte. Sientes tus cuerdas vocales vibrar, tu lengua chocar con tu paladar, tu boca abrir y cerrar, tus labios hacer una “o” y alargarse en la “a” y aun así sigues sin poder escuchar apenas nada más que un zumbido. Miras a tu derecha: nada. Miras a tu izquierda: nada. Comienzas a caminar, quizás en la búsqueda de alguna respuesta o de algo que no tienes claro. Das 1, 2, 10000 pasos, y luego te detienes; algo te arrastra hacia atrás, sientes que te vas a caer, tus pies van hacia atrás, algo te hunde, te toma del cuello, vas a caer. Corres, corres, corres, tu mala respiración te lleva a sentir un ardor a un costado del estómago, punzante, intentas detenerte, pero está ahí de nuevo, intenta arrastrarte, corres, miras a tu izquierda: nada; miras a tu derecha: nada. Corres, la oscuridad pareciera haber tragado tus pasos.
Tus piernas fallan, una fuerza te empuja hacia adelante. Escuchas sus pisadas, grandes y profundas, el suelo comienza a acelerarse, escuchas sus pisadas aún más cerca, miras cómo en el suelo comienzan a aparecer manchas blancas que se convierten en cuadros intercalados. La blancura te da la luz suficiente para ver en dónde has estado todo este tiempo, aun así miras a tu derecha… nada, miras a tu izquierda… nada, miras hacia atrás y sin haber dejado de correr, lo miras, es gigantesco en comparación tuya, es él, solo puedes ver sus piernas pero algo te dice que es él, que no hay manera de que no lo sea, que ha venido por ti, que a partir de ese momento no podrás permitirte dejar de correr, si lo haces, te matará, aunque sabes que tarde o temprano lo hará, sabes que te partirá por la mitad y te comerá las entrañas.
Sientes tus piernas flaquear y los pies te comienzan a arder y de un momento a otro comienza a salir un hilito de sangre que colorea de blanco el piso de ajedrez.
Corres, lo sientes detrás de ti, corres, cada paso comienza a calarte en la médula, aquel dolor punzante al costado del estómago no ha desaparecido, se ha vuelto más intenso, el aire que pasa por tu garganta te desgarra las entrañas, lo sientes acercarse, fijas tu mirada bajo tus pies, buscando algo en qué concentrarte que no sea el sudor corriendo por tu sienes, en el dolor, en el miedo. Miras la primera mancha de sangre acercarse a ti y comprendes que has estado corriendo sobre el mundo, comprendes que nunca podrás dejar de correr, que en algún momento te atrapará, te partirá, te tragará, te matará. Pa….

Por otro lado, Han Kang nos muestra lo siguiente:

Alguien mató a una persona y otra oculto el crimen a la perfección (…). ¿Habré sido yo la asesina? O quizá fui la asesinada, Si yo fui la asesina, ¿a quién habré matado? ¿A ti tal vez? Era a alguien muy cercano. O quizá fuiste tú el que me mató… Entonces ¿quién habrá sido la persona que ocultó el crimen? Seguro que no éramos ni yo ni tú… (…) No es la primera vez que sueño eso. Lo he soñado infinidad de veces. (Kang, 2024, p. 31)

Los sueños son el lugar en donde habita lo que no se dice, lo que no se hace; pero sí lo que se piensa. Es en ellos en donde la realidad, el instinto y la necesidad se manifiestan sin filtro, algunos aterrorizando la humanidad:

Me ha quedado la sensación de algo espeluznante, sucio, terrible y cruel. Como si yo hubiera matado a alguien con mis propias manos o hubiera muerto a manos de otra persona. Es una sensación imposible de imaginar si no se ha vivido antes… Es perentoria, frustrante y tibia como la sangre que aún no se ha enfriado. ¿Por qué será? (Kang, 2024, p. 31)

La crueldad

Para Rousseau el hombre es bueno por naturaleza, claro dentro de un estado natural que define como un espacio en donde no existe el constructo social y tampoco existe la institución de la sociedad, solo hay bondad, empatía e igualdad. Una idea posiblemente relacionada es la de Fromm, esta sostiene que la condición natural del hombre es aquella que carece de bien y de mal, es solo un ser existente, que se inclina a uno de estos dos polos debido a su constructo social.

De una manera totalmente opuesta se puede encontrar a Hobbes que dictaba que el ser humano es un ser egoísta por naturaleza, un ente que lucha constantemente, pero la sociedad se vuelve un ancla que lo hace perder su libertad a cambio de la armonía y la justicia.  Podría intuirse que Han Kang encuentra en Hobbes el punto eje de su novela La vegetariana. El hombre es cruel por naturaleza.

Podría definirse la crueldad como aquel placer ante la acción de infligir o presenciar el sufrimiento ajeno, algo que de manera inherente es malo, ahora bien, ¿es esta crueldad un rasgo de la bestialidad? ¿o humano?

Humano. El ser humano es el único animal en el mundo que posee una concepción del bien y del mal. Es la conciencia y la moralidad lo que lo convierte en un ser cruel. Los animales actúan regidos por un instinto y si bien el hombre reacciona en parte a causa de su instinto, reaccionando a un sentimiento de amenaza, pues es en su capacidad de diferir en qué hacer o decir lo que lo convierte en un ser capaz de actuar bien o mal. La crueldad es el hecho de obrar mal de manera premeditada.

La crueldad bestial se relaciona a los actos inhumanos. Dentro de los hermanos Karamazov, de Dostoyevski, estos actos carentes de humanidad son respaldados por el simple hecho de que una bestia nunca puede ser tan cruel como un ser humano, tan artísticamente cruel. Los blancos de tiro, los inocentes, carecen de maldad predeterminada, a diferencia del ser con “humanidad”, pues actúan por un instinto primitivo alejado de la moral.

Esta bestialidad podremos definirla como los males cargados de crueldad que seres con “humanidad” infligieron a otros seres vivientes. Es por medio de las pesadillas que Yeonghye y yo nos vemos obligadas a abrazar el sufrimiento para de esta manera tratar de trascenderlo a un plano lejos de la humanidad. Aun así, esta crueldad en Han Kang no se encuentra de una manera explícita, sino que, todo lo contrario, existe en lo no dicho: en lo callado, en la imaginación, en la necesidad de más crueldad de la misma monstruosidad para poder encontrarla. Incomodando, creando vacíos, silencios que molestan, llevando a la introspección del trauma personal.

El padre

Si algo pareciera conectarme de manera visceral hacia Yeonghye sería el cordón umbilical que nos conecta hacia la crueldad: el padre. La primera vez que Yeonghye es consciente de la crueldad dentro de su propio mundo se remonta al momento en el que su perro la muerde; sin embargo, no es en la mascota en quien encuentra la crueldad, sino en su figura paterna, quien mata a dicho perro y se lo da de comer:

… el perro que me mordió está atado a la motocicleta de papá. Quemaron los pelos de su cola y me los pusieron en la herida de la pantorrilla, cubriéndolos con una venda. Tengo nueve años (…) Papá pone en marcha el motor y la motocicleta comienza a correr. El perro también (…) sale espuma de la boca del perro y se escurre un hilo de sangre de la cuerda que amarra su cuello. Gime de dolor y corre arrastrándose. (…) vomita una sangre negruzca. Sangra por el cuello y por la boca. (…)  Sus patas cuelgan inertes y sus ojos están abiertos y sanguinolentos. (…) Recuerdo sus ojos reflejándose en la sopa, los ojos con los que me miraba cuando vomitaba sangre con espuma. No me importó. (Kang, 2024, p. 43)

La violencia fundacional de Yeonghye viene desde su núcleo familiar, desde uno de los pilares de su vida, su padre, mostrando que la crueldad no nace desde lo animal sino desde lo humano. El perro solo actuó de acuerdo a un instinto. Al ver reflejado los ojos del perro recuerda su inocencia y ella misma se reconoce como un ser cruel al actuar con indiferencia ante todo lo anterior.

 Nada alejado a Yeonghyefue para mí la primera muestra de maldad en este mundo y como si los inocentes fueran el blanco de tiro, sin nulo esfuerzo, puedo recordarlo aventando a los gatos al cielo, cerrando los ojos para no verlos caer contra el pavimento al igual que aquella historia de la tortuga indestructible destruida por una piedra en su espalda narrada entre risas justificada por la inocencia que dejaron un hueco resonando en mi interior:

Son pasadas de las 7:30pm, no tardaba en llegar, estabas esperando a que tu reloj biológico saltara y te hiciera salir corriendo de casa para irlo a encontrar. Sientes sus pasos, son tan pesados que parecieran llegar hacia ti por una especie de vibración subterránea, tun. tun. tun. Abres la puerta, sales corriendo, lo corto de tus extremidades hace que sientas que corres un maratón. Lo tienes enfrente, no te detienes, te avientas con total confianza de que sus brazos te atraparán. Te atrapan, te levantan del suelo y te llevan a dar vueltas por el aire. Te lleva a casa. Son las 8:00pm, la cena está servida, te sientas en la mesa alargada y escuchas ese ruido. Miau. Está ruñendo algo, los perros empiezan a ladrar, ladran, ladran, ladran, ruñe, ladran. Cubres tus odios con tus manos, siguen ladrando, quien ruñía ha parado, intentó escapar, fue inútil. Ladran…algo se cae en el patio de enfrente. Se levanta de la mesa, lo vez dirigirse hacia la puerta que da al ruido, sientes sus pisadas un más fuertes, sientes como si el piso se fuera a partir en gajos. Te levantas, escuchas aquella voz que nunca dice nada pedirte que regreses, que no vayas, la escuchas y decides ignorarla, caminas. Él sale por la puerta, la cierra detrás de si con un portazo, sientes retumbar la casa. Llegas a la puerta, la abres en una rendija que muy apenas te permite ver lo suficiente. Ves al gato, intenta escalar las paredes, pero le es infructuoso su esfuerzo, sientes su desesperación, maúlla, grita, parecen los gritos de un niño, maúlla, grita, brinca, corre y él está ahí, mirando su desesperación. Da un paso hacia el gato, intenta atraparlo, se escapa, se acerca. Lo atrapa. Suelta un gemido de dolor sale de su hocico, se retuerce, intenta librarse. Lo miras, un calor y un frio te envuelve, lo ves alejarse con el gato en la mano, abres la puerta, escuchas la voz que te detiene, la ignoras, caminas, das un paso, das, dos, tres, estas detrás de él. El animal sigue gritando, y como hizo contigo, le da vueltas por el aire sin soltarlo, maúlla, gime, grita. Lo suelta, el animal sale volando, gritando. Cierras los ojos no quieres saber que será del indefenso. Escuchas un golpe seco. No hay ruido. Los gatos siempre caen parados ¿o alguien tuvo que haberles enseñado?

El espejo y la sombra

La crueldad pareciera ser un aspecto exclusivo del ser humano (al tenerlo en cuenta como la acción premeditada de obrar desde el mal), un eco distorsionado y poco controlado de lo que respecta al ser instintivo que se encuentra oprimido en el subconsciente y que en muchos de los casos sale a la luz debido al sentido de la amenaza. Freud, reconoce a las pulsiones (impulsos que buscan satisfacer una necesidad) de tono agresivo como acciones relegadas al inconsciente, lugar en donde surgen los sueños. Jung lo nombra sombra, y lo describe como ese ser desconocido que está cargado de todo aquello que no es permitido, de aquello que es negado. En Yeonghye y en mí la sombra asoma su rostro desde un lugar invisible a la vista, mostrándonos nuestra crueldad desde la naturaleza de un espacio irreal y onírico. Definiéndonos de esta forma como seres humanos que poseen dualidad y que están dotados de esta sobra y de las pulsiones repletas de instinto; y es ahí en donde comienza a radicar una gran diferencia y un parteaguas. Se nos llama y se nos diferencia de otros animales no por la carencia de un instinto sino por la conciencia y la represión de este. La crueldad termina reconectándonos con nuestra parte más animal, más desinhibida, y es mediante los sueños donde también nos movemos entre lo humano y lo animal. En donde Eros y Tánatos se encargan de susurrarme que solo al mirarme dentro de esos mundos liminales distorsionados es posible encontrarme en un espacio que me ayude a comprender aquello que me construye de manera humana y animal, consciente e inconsciente, como un ser de empatía y agresión, sirviéndome este espacio en blanco, como un mapa simbólico de mi ser cargado de humanidad.

En mis sueños me encontré en esa zona gris, en “lo abierto”, en un territorio ambiguo y en él fui humano y animal. Ya soy un animal, con memoria, lenguaje y noción del bien y el mal, pero animal, en fin. Animal que dentro de sí lleva el peso de una criatura primitiva.

Mis sueños, al igual que los sueños de Yeonghye me habían mostrado mi lado más vulnerable, acercándome a esa zona gris en donde la línea de la moralidad se vuelve difusa, completamente difusa, a través de los sueños mis ancestros más primitivos gritaban queriendo salir, se dejaban ver mediante eventos performáticos en los cuales me vuelcan en una con la naturaleza, una con la sangre que fluye en mí, en el mono, en el perro, en el ave; me unía a ella y no era más que ellos. Incluso llegaba a ser mucho menos que ellos, porque aquella parte de humanidad cargada de moralidad me hacía querer callar lo que parece imposible de reprimir en los momentos de éxtasis y aquellos ojos de fiera en los que Yeonghye no se reconoció, seguía encontrándome abrazando ese abominable ser que se encontraba dentro de mí, que era aquella parte sin filtro de mi existencia en este plano, porque es la única partícula de lo que me constituye que podía hablar con libertad, que bueno o malo ante los ojos de la moralidad humana me hacía sanarme, me hacía redimirme y entregarme a mi barbaridad solo en ese espacio.

Han Kang (p. 18-19) plasma en un estilo sobrio, los siguientes fragmentos en donde mezclo mi voz con la suya: “Me había vuelto una desconocida, pero no había duda de que era yo”. Era un rostro que había visto innumerable de veces, era el mío: “Conocida pero desconocida a la vez, fue una sensación vivida y extraña”.  Era diferente porque dentro de lo onírico no me tenía miedo.

La desinhibición que lograba a través de los sueños era aquella que me sanaba, que me redimía y liberaba. Yeonghye huye de aquella humanidad que se complementa de Eros y Tánatos: la desprecia, la desecha, se percibe a sí misma y cada parte de su ser como algo abominable, “¿Acaso las manos, los pies y los dientes, e incluso la lengua y la mirada, no son armas con las que se puede matar y herir a cualquiera?” Busca despojarse de su ser completo bajo la premisa “el hombre es malo por naturaleza”; por eso mismo Yeonghye busca una naturaleza distinta a la propia, “—Yo ya no soy un animal —dijo Yeonghye”, de tal manera que ya no puede violentar ni consciente ni inconscientemente, pues sus pesadillas con aquella carne cruda la llevan a una transformación.

Al igual que a Yeonghye una serie de pesadillas han despertado dentro de mí una consciencia del ser, obligándome a abrazar mi sufrimiento, todo aquello que calla; sin embargo, en lugar de buscar alejarme de mi humanidad repleta de dualidad, la acepto y dialogo con aquella sombra, tomándola como una parte de mí que no me define en su totalidad. Corres, he corrido, no hay pesadilla alguna en la que no huya de ese ser lleno de crueldad, sin embargo, al abrir los ojos me encuentro y llena de consciencia.

Aceptando de alguna manera que aquel aspecto de crueldad deshumanizada, de la cual el humano trata de huir día con día, se había insertado de manera subdérmica en la última capa de mi subconsciente y que siendo capaz de replicarse a sí misma dentro de mí y en contra de mi voluntad, permitiéndose acecharme en donde nadie puede ayudarme, usándome como un crisol de mi propia vida, una copa con fragmentos de recuerdos, de gritos, de golpes, de lágrimas. Aceptando esta sombra, reconociéndola y nombrándola, dejándola existir en mi inconsciente, en donde sale a pasear, evadiendo el silencio que consumió a Yeonghye. Evitando mi putrefacción interna, reconociéndome en el reflejo sin horror, escogiendo y reconociendo que este no me define.

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Referencias

AndresQ. (2024, 3 junio). La interpretación de los sueños en el psicoanálisis Freudiano. Psicologia Madrid CEPSIM. https://www.psicologiamadrid.es/la-interpretacion-de-los-suenos-en-freud-y-el-psicoanalisis/

Eugenia, C. A. M. (2010, 15 febrero). La naturaleza humana en Hobbes: antropología, epistemología e individuo. https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632011000200013

Fay, M. V. (2020, 1 septiembre). Los sueños según Carl Jung | La guía de Psicología. https://psicologia.laguia2000.com/general/los-suenos-segun-carl-jung

Kang, H. (2024). La vegetariana. RANDOM HOUSE.

Nicheros.Latam. (2023, 15 septiembre). Descubre la profunda reflexión de Rousseau sobre la naturaleza humana. Letras Diferentes. https://letrasdiferentes.org/cultura/descubre-la-profunda-reflexion-de-rousseau-sobre-la-naturaleza-humana/

Xirau, R. (2013). Erich Fromm y la naturaleza humana. Fondo de Cultura Economica USA.

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