Poemas de Rebeca Leal Singer

Trayectos

Trayectos a ti, contigo.

El río de pavimento.

El azul recalcitrante de amor.

Las líneas blancas en el piso.

Las flechas amarillas con negro.

Adelante.

Trayectos a ti, contigo a la izquierda

                              y el río desbordándose.

Las orillas frescas.

Los semáforos como troncos que flotan.

Trayectos a ti, dentro de ti, una vez

nueve meses          creciendo,

ahora en el auto

y el tiempo en este sol

bajo este calor y este cariño.

Los postes de luz que no terminan

como si fueran historias

que me contabas en la noche,

cada poste de luz,         un cuento.

El río encerrado bajo nosotras:

alguna vez       una chinampa      en nuestro lugar.

Lo que habrán visto quienes aquí habitaban.

Lo que vimos nosotras: pavimento.

Trayectos a ti en los que las truchas imaginarias

dan maromas en el aire, dan vueltas hacia atrás.

Trayectos en los que la luna ya no se refleja,

no tiene dónde.

Trayectos de chapopote puro,

contigo y el sol golpeando en tu antebrazo izquierdo.

Una      corriente,

un caudal subterráneo que nos une a las dos

y a toda la ciudad y a toda la vida

y a todos los seres que habitan aquí y ahora

y a todos los que han vivido y han muerto.

        Mamá:

                     Nos acercamos

                                    a la desembocadura.
*

*

*

Ajusco

Hay mucho smog pero desde el periférico podemos ver el Ajusco.

El volcán nos llama,

nos dice: vivan.

Te pareces tanto al volcán, titubeas.

Como si fueras a echar lava y de pronto,

           fumarola, solamente fumarola.

A veces exhalas sobre toda tu ciudad,

como si quisieras decirme algo importante, pero te arrepintieras,

como si quisieras revelarme al fin el secreto del gris y de la sombra que se diluyó.

Pero no dices nada.

Tantas veces deseé que el Ajusco hiciera erupción,

para poder conocerte un poco más, saber de ti,

como cuando las ramas se incendian

y dejan ver lo que hay adentro del nudo.

Para faltar un día a la escuela

y quedarme adentro de tu cama cuando veías la televisión.

Te pareces tanto al volcán: guardas demasiado silencio, no surges,

te quedas inactiva.

Eres Ajusco:

Lugar de flores donde brota el agua o lugar de agua donde brotan las flores,

Xochitlco.

Vives tres mil novecientos treinta metros sobre el nivel del mar, respiras.

Tienes sesenta y cinco y al mismo tiempo, todos los años de la cima.

Te miraba desde entonces, fijamente, desde la ventana del cuarto de juguetes,

cuando el aire era limpio y dejaban escapar mis globos de helio y yo lloraba.

Te miraba en invierno cuando una capa tenue de nieve te recubría como diciendo adiós,

y las luces navideñas se dinamitaban en rojo y verde al cielo, al horizonte,

y tú permanecerás quieta, al fondo.

Y hoy te miro también mientras nos dirigimos, sin que tú y yo lo sepamos, siquiera,

directamente hacia el Ajusco.

Mientras te pido que me digas lo que sientes.

Mientras los conejos zacatuches, los ratones y las ranas de árbol aguardan

en silencio.

Mientras la punta, el Pico del Águila se desespera por mí.

Y los pinos y los páramos, los cacomixtles y las ardillas abren las orejas

para escucharte,

los ciclistas y sus cascos fluorescentes se detienen,

se sientan en un círculo, alrededor de tu espalda, quieren saber.

Pero no dices nada.

Y el Ajusco se queda, inalterable, en su lugar.
*

*

*

Papalote

“Yo era el padre y el hijo, la hija y la madre y el tiempo,

el lodo y la sombra y su largo camino de madres.”

                                                                                                                                  María Baranda

Y tú me llevabas

como un papalote coronando el sol.

Tu eras el hilo,

la mano que dirige el hilo,

un espíritu en línea recta, llevándome.

Y yo flotaba con absoluta confianza

hasta donde la luz de tus palmas decidiera,

como quien decide aventarse a la alberca con ropa,

como quien se deja caer hacia atrás,

esperando que un par de antebrazos desnudos lo atrapen.

Tú me llevabas

hacia donde el día nombrara nuestros nombres

y me llevaste

nueve meses en el chakra de tu plexo solar:

Manipura.

Todo era

alegría de tonos amarillos con rojo. 

Todo era

ser una, dos en una,

una dividida en dos,

un aura para cada una,

brillando de forma diferente,

cada una,

brillando, aún así,

 resplandeciendo.

Y tú me llevabas

de la cuna

al planeta imaginando de los esteros y manglares fosforescentes

que habitan solo en los libros

y de ahí a la escuela

con un licuado de plátano en la mano.

El sistema solar entero

cabía entonces

en una lonchera de princesas

que olía a plástico rosa chicle.

Yo iba contigo como un papalote que persigue una nube.

Yo era un pedazo de papel de china bailando por el aire.

Y unas varas de madera en forma de cruz

sostenían mi espalda y mi voz.

Yo era cáñamo y engrudo,

elevándose muy cerca del volcán.

Me desplegaba

primero verticalmente,

después al horizonte que imponía su lumbre

tan rápida.

Y convivía con tantos seres del cielo:

globos aerostáticos, globos de helio,

globos con hilos larguísimos

que tenían al final una carta amarrada

con un comienzo que leía:

Queridos Reyes Magos.

Tú me llevabas

y yo era idéntica al papalote del griego Arquitas.

Idéntica al papalote del general chino Xan Xin

que mandaba mensajes

con pequeños aparatos que volaban, hechos de papel,

papel de ceremonia.

Yo era el papel de México-Tenochtitlán que significa mariposa.

Papalotl.

También era la fuerza de gravedad,

la tensión del cable,

la tensión de la mariposa que exhala

y recuerda un poema

que le cantó su madre de memoria una noche.

Yo era la tercera ley de Newton:

“Para cada fuerza de reacción hay

una fuerza de papalote”.

Yo era el equilibrio, el amor

la cuerda que une,

el cordón que brota del ombligo,

y une dos en una,

una en dos,

aunque se corte,

una en una,

para siempre.

Y tú me llevabas

como un papalote

y dimos vueltas, vueltas, vueltas

como ahora damos vueltas en tu coche,

sin pausa.

*

*

*

Rebeca Leal Singer (Ciudad de México, 1994). Escritora y traductora. Maestra en Creación Literaria por The New School, en Nueva York. Escribió Oscilo entre ver mi teléfono y verte a ti (2022). Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas (2021-2023) y del programa Jóvenes Creadores del SACPC (2023-2024) en el área de poesía. Obtuvo el IX Premio Iberoamericano de Poesía Alejandro Aura con el libro Papel, niña, papel. La presente selección se trata de un adelanto de su libro próximo a publicarse, En un coche azul placas 003-MRS, el cual fue ganador del Certamen Nacional de Literatura «Laura Méndez de Cuenca» 2024, en el área de poesía.

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