Por Primitiva Helmantike
A Mariana del Vergel y Ángel H. Candelaria: Ustedes, barroques y algo carnal.
En el día de la ira, las lenguas estarán escaladas por un trueque de «Salve».
Y yo sólo pienso en las atenciones del duelo como quien resguarda el incendio de la cera, en la imagen de las flagelaciones dibujadas en nuestras palmas como leves antorchas que rasguran blancos papel y dejan hollín en los muros. Escribo, al canto profético de las sirenas, cerca de la negrura más alta del mástil donde los aromas a clavo, a sal, anuncian el alumbramiento de un humo coral y junto a ella se tuerce mi lengua.
Al fondo de mi boca arriban voces paganas: furiosas y ahumadas. Deshechos en ceniza encuentran los frutos benditos y sólo descansa en tierra un viejo aliento quemado. Filo de mis uñas, orientadas allá, alargan un ruego que madura por la vista del océano volcado, y se abalanza como brisa un canto ancestral. Se salpica entonces la orilla del idioma, dice: «Y mi caridad, la carne de mis manos; y tu caridad, la carne de tu lengua, servirán para hacer la subasta, echará la finitud del engaño una línea nigra de sarro». Apenas nacerá la contracción -mensajera- de la salvación y de la vida eterna.