Primeros pasos de Eugenia Barrera Díaz

Créditos a Sara Olivo Tovar.

Quedaré en el olvido

 

I

Quedaré en el olvido,

en el polvo arrastrado,

en la sombra del día.

 

Quedaré en el suspiro,

en las alas rotas,

en las ruinas perdidas.

 

Quedaré en el sepelio,

en las brasas del fuego,

en las hojas caídas.

 

Quedaré disuelta,

quedaré en la nada,

             en la nada.

 

II

Pensé que te acercarías

pero te fuiste

alejando con el tiempo,

ahuyentado por el viento.

 

No te acercas a mí,

no me hablas,

no me buscas,

penumbras y fallas.

 

Te alejas,

es lo único que haces,

es lo único que atreves a hacer.

 

Te alejas y te rindes,

te destrozas todo,

te deshaces, te lastimas

y me dejas sin ti.

 

Es lo que sabes ser para mí,

ser nadie,

             ser nada.

*

*

*

Espinoso corazón

 

Tengo un corazón espinoso,

uno con largas espinas

que crecen y salen de mi pecho;

 

uno con largas espinas

que crecen y salen por mi espalda.

 

Tal vez las espinas viajen por mis venas,

porque además salen por mis manos,

por mis brazos,

por mis labios…

 

Tal vez las espinas viajen

por mi aliento,

porque sobre todo salen

cuando deseo sacarlas de mi espinoso corazón.

*

*

*

Me despido de ti y tú no lo sabes

 

Me despido de ti y tú no lo sabes.

No sabrás que hoy te dejo ir por fin.

Dejaré de buscarte en el humo

y en el calor de las tardes,

dejaré de buscarte.

 

Ni en los aromas, ni en mi perfume

te encontraré ya,

ni en mis ojos, ni en mis brazos,

ni siquiera cerca de mí.

 

Y te buscaba en las cosas simples

porque mi olvido no dejaba olvidarte,

y repito tu nombre, y no hay respuesta

y te busco para no buscarte.

 

Y estás en todas partes,

en todas menos conmigo…

Y veo tu nombre y mi angustia calma.

Es lo que tengo tuyo, tu nombre…

 

Y aunque quisiera encontrarte no podría,

ni aunque quisiera…

Ya no existes…

Ya no estás ni aunque te busque,

ya no estás pero estuviste.

 

Y cuando me acuerdo de quién fui a tu lado

me convenzo de que no te extraño

de que estar contigo no era para mí.

 

Y estaba molesta pero no por ti,

quería sentirte, sufrir…

que me dijeras algo que solo fuera nuestro,

entrenzarme contigo…

 

Quise muchas cosas.

 

Y sé que ya no eres el mismo,

que has cambiado,

que solo yo sé quién fuiste conmigo…

y me acuerdo de que ya no estás a mi lado…

 

El viento sopla y se olvida ser viento,

el tiempo corre y olvida recordar,

el amor cambia y se olvida de amar.

 

Es más fácil pensar en ti cuando no te tengo,

que tenerte y olvidar cómo quererte.

Y por más que te piense, espero no verte,

no sabría qué decir ni con qué ojos mirarte…

 

Hoy te dejo ir y tú no lo sabes…

pero hoy te dejo.

*

*

*

Tortolita

 

Has volado alto

pequeña ave,

marcas tu aliento con un último canto

y dejas caer tu cabeza en la cama de las flores.

 

Si así debe ser

no interferiré en tu muerte,

salvo para ser compañía

hasta ver tus ojos rendirse a la vida.

 

No me has pedido que te acompañe,

pero tampoco que me vaya…

No diré nada,

ni palabras de consuelo ni promesas.

Me acostaré a tu lado en silencio

y dejaré caer mi cabeza

como tú la has dejado caer,

para ver lo que tus ojos verán por última vez.

 

Si es que lo deseas,

abandona esta vida en llantos,

mientras observas las hojas muertas del otoño

y aquellas que permanecen en sus ramas.

 

Y si has visto suficiente

y nada lo entiendes

no te culpo,

las nubes del día te han fallado

y las ramas de los árboles han sido demasiado crueles contigo.

 

Entre un suspiro y otro

le has dicho adiós a la tierra

y has volado a la que ahora te pertenece.

 

No diré nada para ilusionarte,

pero sí que tus plumas

han marcado el paso del viento,

que tus ojos me lo han compartido todo,

y tus alas te abrazarán en tu entierro.

*

*

*

Derrape

 

Cuántos fueron para que la sangre fuera confundida con la de dos caballos.

*

*

*

El polvo de las calles

 

No supe muy bien qué hacer: estaba entre llorar, cerrar los ojos o dejar de respirar. Hice de las tres un poco. Ahora ha pasado una semana y ya se le ven los huesos, que sería de una si fuera un hombre. Si no hubiera muerto, no sabría de él. Lo único que sé es que ha muerto. Sin respirar lo busco, espero a que el camino haga lo suyo y lo encuentro. No sé muy bien por qué ni qué es lo que espero, pero lo veo… quizá espero no verlo. Veo que las moscas se paran en él y que si estuviese vivo no lo molestarían. Supongo que no soy la única que lo ha visto. Pienso en su muerte, en su llegada al último sitio, en la banqueta destrozada, en las hierbas que crecen despeinadamente y en el sol que deja ardiendo el pavimento; pienso también en la nube gris que estaría respirando si siguiera respirando, en la lluvia inesperada que alguna noche caerá sobre su pelaje, en la sangre que se seca por dentro, en sus ojos que se pierden con el tiempo. Sé que pasarán los días, los años, y no lo veré más: su carne ya no será carne, sus huesos serán confundidos con las piedras y el polvo con la tierra. Será eso o tal vez lo habré olvidado, pero no lo veré más.

*

*

*

Los huesos de la señora Irma

 

Desde pequeño le prohibía llamarle de otra manera que no fuera señora Irma. De ella no sabía mucho, pero sabía que se encerraba por las noches frente al televisor, y fumaba hasta dejar resbalar de su mano la última coletilla, que sola se apagaba y caería sobre la mancha de la alfombra que con el tiempo las cenizas habían marcado. Dejaba el televisor correr durante toda la noche hasta la mañana siguiente, era cuando por fin se dejaría de escuchar y la señora Irma saldría del cuarto.

La mujer envejeció rápido, Inocente no recordaba verla joven. Para él siempre fue una vieja: arrugada hasta la punta de los dedos, arrugada hasta en la voz… Y no era que realmente lo fuera, pero su cuerpo quería serlo, secretamente lo deseaba… morir pronto.

La conocía de negro, de negro vestía en la vida, y de negro la abandonaría.

Su vestido amarraba sus brazos, mantenía su cuello firme. La apretaba de tal manera que, si sus costillas fallaran, la tela las mantendría cerradas. Junto con él vestía un oscuro pensamiento de que algún día sería asfixiada, de que algún día sería llevada, vestida así, a su entierro.

Eran pocos los sonidos que Inocente conocía de la señora Irma: su voz ronca, sus tosidos matutinos, el sonido del encendedor y del chisporroteo del cigarro, el de sus botas de tacón, el del televisor, el de la mezcla de Don Pedro con Coca-Cola, y uno que jamás olvidará: el del sollozo. Inocente sabía que jamás debía de mencionarlo.

La ha guardado en la profundidad de su memoria, a la mujer desconocida que habitaba en su casa por las madrugadas. La noche sabía oscurecer y callar solo para ella. No podía verla, pero la imaginaba, quebrada y caída, destrozada por algún recuerdo, olvidada por algo que habitó en ella hace tiempo, la imaginaba con los ojos empapados de lamento, su llanto parecía morir, desgastado por dolor, quebrada en la voz, en las manos que temblaban, quedaba completamente rota… caída, sola…desnuda.

El sollozo de la señora Irma cambió cuando escuchó el piso rechinar por los pasos descuidados de Inocente. Calló, azotó la puerta con gran fuerza y prendió el televisor a gran volumen. El sollozo ahora sería el del televisor.

Para Inocente Martiniano la señora Irma fue siempre un misterio. Memorizó la poca piel que dejaba destapada: las manchas en sus largas manos, las venas verdes que traspasaban su blancura. Memorizó los diferentes tonos de negro que vestía, las telas y el reflejo que brillaba en ellas según la hora del día. Contó las canas en su cabello, los diferentes sentidos de su mirada y de cómo sostenía el cigarro. Memorizó sobre todo su ausencia. Sabía que nunca llegaría a ella.

 

Murió la señora Irma, y junto a ella, sus huesos.

La noche anterior había llovido, la tierra en el jardín permanecía húmeda. Inocente la encontró acostada en una fosa cavada que había acumulado el agua de la noche, su vestido y su cabello quedaron sumergidos, su rostro empapado. Pensó que quizá la fosa acumulaba las lágrimas que había llorado, que al fin su dolor la había ahogado.

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Semblanza:

Eugenia Barrera Díaz (Monterrey, Nuevo León, 2004), es poeta y narradora. Actualmente es estudiante de la Licenciatura en Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL.

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