Por Guadalupe García Alcoforado
El pasado mayo, la filóloga y escritora española, Irene Vallejo (Zaragoza, España, 1979) fue galardonada con el Premio Nuevo León Alfonso Reyes 2025. Y me gustaría explorar la relación que mantiene la obra de la autora con la del regiomontano, pues ambas plumas encuentran en la lectura de los clásicos un auxilio para el alma, un momento de paz y reflexión crítica en medio del caos de la vida cotidiana, y una forma de entender el presente.
Mientras leo su libro El futuro recordado pienso en Alfonso Reyes a cada momento. Escribe éste, en su Comentario a la Ifigenia Cruel, y refiriéndose a las angustias de su juventud, que “el estudio de Grecia se iba convirtiendo en un alimento del alma, y ayudaba a pasar la crisis.” Un sentimiento idéntico a este se aprecia en los artículos periodísticos recopilados en el libro de la autora donde predomina sobre todo una actitud de conciliación, pues la escritora es una maga capaz de reconciliar opuestos y de convertir a la literatura en el espacio donde se unen los tres tiempos; donde el pasado se confunde con el presente para recordar al futuro. Así, las disputas en redes sociales nos recuerdan de pronto a la antigua democracia griega, donde los asuntos debían ser discutidos en calma, con la mente fría. A diferencia de la actualidad, en la cual las malas noticias aparecen en las pantallas de nuestros celulares sin cesar, los asuntos que discutían los atenienses eran en su mayoría aburridos y se prefería que lo fueran, quizás, si pudiéramos volver a respirar para estar en calma antes de quejarnos, los problemas se resolverían con más facilidad.
La actitud unificadora de tiempos junto a una mirada crítica son el hilo conductor del libro, sin embargo, cada ensayo aborda temas diferentes. Destaca la constante búsqueda por encontrar el otro lado de las cosas, ese del que nadie habla. Desde este espacio Vallejo escribe sobre los Peligros de ganar. En esta sociedad, se nos advierte de forma constante acerca de los riesgos que conlleva perder, pero no se habla lo suficiente de lo peligroso que es el éxito: “Tras una victoria, es más fácil que nunca tropezar por creerse infalible”, advierte la autora, y con esto no quiere decir que no se deba intentar ganar, sino, por el contrario, que la derrota también es un espacio de aprendizaje; pero, sobre todo, que la posición del que triunfa
es la más peligrosa, corriendo el riesgo de dejarse deslumbrar por la arrogancia propia y la adulación de los otros.
Todo aquel que es bueno en lo que hace debe buscar estar libre de egocentrismo, nos dice en otro de sus ensayos, a partir de una metáfora escrita por Epicteto, donde el filósofo equipara a los deportes con la vida, y la autora explora el ansia por ganar, que termina por convertirnos en seres miserables. Los jugadores que participan en un campeonato, a menudo se ven más tensos y preocupados que felices. No se trata solo de querer triunfar, sino del deseo por ser el único que gana. “Los grandes jugadores son aquellos que, sin obsesionarse por el balón, entienden la estrategia en su conjunto, inventan jugadas y ceden a otros la emoción de culminarlas.” Es más feliz aquel que puede celebrar el éxito de los demás de la misma forma en que celebra el propio. Quizá convendría más dedicarnos a nuestras tareas con cierta ligereza, volverlas un juego en el cual sea más importante el proceso y la diversión.
Esa misma ligereza de ánimo se deja sentir en los ensayos, aunque la opinión de la autora sea dura y el tema escabroso, el tono en que escribe los textos tiene algo muy vitalista y juguetón, incluso en los más oscuros hay espacio para la esperanza.
De la misma forma que Alfonso Reyes encontró en los clásicos griegos un espacio para la reflexión del presente, concentrándose en lo más esencial, es decir, que en el fondo los mitos representan lo universalmente humano. Irene Vallejo encuentra respuestas a los problemas de esta sociedad, capitalista y globalizada, en los textos y en la historia de Grecia. Cada uno a su forma hacen suyos los mitos, la filosofía y las reflexiones.
Y todavía más allá, buscan compartir con el mundo su amor por esta cultura, apartando de ella todas las pretensiones académicas y presentándonosla desde la libertad que alguna vez tuvo. Como si Eurípides fuese de pronto un contemporáneo cuya obra no necesita notas a pie de página para ser comprendida. Tanto en los textos de Reyes como en los de Irene Vallejo los tiempos se mezclan y el pasado vuelve a ser presente.

