La escritura es uno de los vicios más peligrosos que conocemos. Podemos decir que hemos visto a grandes mentes de nuestras respectivas generaciones en sumo descompensadas por la voracidad de un texto porque, de todas las cosas que a cada quien le explican al ir asiéndose palabra y oficiante, poco se advierte sobre los riesgos de jugar con la página en blanco. A pronto se descubre en la casualidad el gesto vuelto estrategia y el abandono por pensar el diario, su andamiaje, la rutina debido a lo suntuoso de una gran idea, acaso una palabra, y como no es posible pensar en algo más, venidas de alguna neblina extraña, las palabras adquieren en el texto otro peso, otra textura, otras intenciones.
Sería difícil hablar sobre escribir de alguna otra manera dado que, como cualquier vicio que empieza, cuenta con su propia habitualidad, su parafernalia y cierta sujeción características de la maña y el nervio. Quien escribe, y orgulloso de su vicio dice de sí que es escritor, escritora o escritorx, reconoce a quien cojea del mismo lado: comienzan las recomendaciones, se vence la timidez y de la noche a la mañana ya han confabulado sobre cómo conquistar el mundo. Entonces más que vicio, la escritura se trata de una virtud que, en habiendo pasado de lo individual a la comuna, otorga la posibilidad del juego y la meditación siempre en compañía. Si no tenemos razón, entonces, quien así lo desee, puede preguntar a su escritor de confianza sobre la importancia que hubo en el hallazgo del afecto y sus contemporáneos. Mucho nos aportan la amistad y la marcha en compañía, sobre todo las primeras veces, porque como se descubre la amistad, también se tienden algunos puentes que perfilan el rumbo de cada una de nuestras voluntades.
Tal parece que ese es el caso de Insolde. Revista literaria para el mundillo. Encabezado por cuatro intrépidos autores, según entendemos cómplices y compañeros de letras (no necesariamente de la misma carrera profesional), en su primer volumen nos presentan textos dispersos y sin punto de unión aparente, tan diferentes como el arroz a la pasta. Esta entrega se compone de cuatro textos: “Pacientes Paralelos” de Jorge A. Jaramillo: un cuento visceral que oscila entre la ironía y la fatalidad que sitia la experiencia de la enfermedad y los padecimientos en los tiempos modernos, y cuyo gran acierto radica en el ritmo del relato y la sordidez de sus atmósferas; “Entraña” de Eugenia Barrera Díaz: relato híbrido, entre lo poético y lo narrativo, donde el cuerpo se vuelca en la descompostura del corazón y que también se destaca por su estilo breve, conciso y surreal; “Figura Yuxtapuesta” de Yazmín Beristain: serie de poemas que enarbola la lucha del hacer y la asistencia tecnológica. En estos poemas, que nada tienen que envidiarle a nuestra tradición, la voz lírica dispara a quemarropa sobre el lenguaje y da de bruces con imágenes de una explosividad de admirarse; y “La cafetería Al” de Sara Olivo Tovar: poema documental que rinde homenaje a uno de los lugares de culto para la escena literaria de nuestra ciudad. El estilo de la autora es sobrio, acomedido en función de aquello que el poema invoca: el hábitat, la nostalgia, un café bien cargado con un turco en cayendo la media tarde.
En conjunto, estos textos no solo diversifican registros, sino que revelan una voluntad en común: probar, errar y volver a probar: esa otra definición posible del vicio literario. La conjura de estos cuatro jóvenes escritores o, mejor dicho, jóvenes viciosos, no es casualidad. Es el resultado del empeño por un oficio viscoso y de la valentía de juntarse a padecerlo. La edición que los acompaña comparte la misma delicadeza: la experiencia táctil del papel, el deleite de hojear una revista que invita a la relectura y al descubrimiento de nuevas voces. Así, la voluntad de esta conjura abre la palabra y los horizontes, orea la escena con complicidad y buenaventura.
Por ultimo nos atrevemos a decir, como Bonnie Tyler cantó alguna vez: we’re living in a powder keg and giving off sparks; cuatro nuevos conocidos por conocer, el grupo Insolde hace suya la apertura del asombro. Y en esta apertura de prestar atención a la reciente generación de escritores debemos también de destacar la conciencia de tener que revelarse ante el mundo y de mantener la firmeza del sueño como un acto de resistencia creativa de la palabra misma contra lo efímero del instante. Pensamos que no es coincidencia que en este primer volumen tenga como tema central tanto el cuerpo como el espacio y el lenguaje mismo. El cuerpo es memoria y la palabra escrita se vuelve en un puente necesario que conecta a esta generación de jóvenes universitarios con las otras que estarán por llegar y que mantendrán la fe en seguir viendo la continuidad de este proyecto literario, que hoy mismo nos toca acontecer como sus primeros pasos. Como lectores del primer volumen de Insolde. Revista literaria para el mundillo debemos de volver a destacar el asombro que cada pluma genera en nosotros y de mantener los oídos atentos como quien aprende a escuchar los latidos de un colibrí en medio de la lluvia, o como quien se detiene a prestar atención al recuerdo de un tiempo en específico que ya no está ahí pero que nos pertenece y también queremos que los demás lo vean y, de ser posible, lo escuchen y lo descifren. Tenemos que seguir leyéndolos, pues al hacerlo nos encontraremos ante una ventana de inquietudes necesarias y universales: las mismas inquietudes que todo joven tiene cuando descubre la solitaria particularidad de su reflejo ante el gran espejo quebrado del mundo.
Ángel H. Candelaria
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Carlos Rutilo
Redacción del equipo editorial de El Ventanillo


